Abraham Maslow es el psicólogo por excelencia de las teorías jerárquicas sobre las necesidades humanas y la motivación. La base de todo -como casi siempre- es antigua y había sido formulada por Aristóteles: «Primero, vivir; después, filosofar». Pero estas intuiciones geniales del filósofo griego requerían una formulación más profunda. Es lo que consiguió Maslow con su famosísima Pirámide.
Decía Maslow que las necesidades humanas tenían un orden escalar. El primer nivel en la pirámide es el de las necesidades básicas (respirar, comer y beber, descansar…). Obviamente, si no tienes cumplidas éstas, difícilmente vives, por lo que su no obtención nos hace cerrar el chiringuito. Posteriormente, necesitamos sentirnos seguros y protegidos, por lo que sentirnos sanos, con un empleo que nos ampare con ingresos y recursos económicos y propiedades, así como un entorno familiar que nos haga sentirnos pertenecientes a un clan. El terreno de los afectos viene después: asociarnos, participar, sentirnos aceptados son necesidades propias de la tendencia natural de los seres humanos a las relaciones sociales. Necesitamos querer y sentirnos queridos, necesitamos tener un arraigo y el sentirnos parte de algo. Sólo así podemos sentir estima por nosotros mismos: el respecto hacia uno mismo, la confianza, la independencia, la sensación de libertad son sus signos concéntricos, mientras que también se extiende hacia una necesidad periférica de sentirse respetado por los demás: aprecio, reconocimiento, estatus, dignidad. Todos estos escalones son niveles de carencias, necesidades que debemos completar. El último es el escalón más alto: la autorrealización, la necesidad de ser. Cuando hemos alcanzado -más o menos- los niveles anteriores, llegamos a la cúspide. A la felicidad.
Pensaba yo en esta pirámide, con papel y boli, marcando y subrayando lo que tenía y lo que no. Descanso, protección, entorno familiar, propiedad, arraigo, confianza, independencia, respeto… La felicidad se ha puesto muy alta, vivir se ha puesto muy caro. Y yo estoy hasta los mismísimos de intentar subir para luego resbalar. La vida parece una puta prueba de obstáculos y yo siempre penalizo para tener que volver a la primera casilla del juego. Primero, vivir; después, filosofar. La vida como escalera, la felicidad como superación. Aristóteles, Maslow: que os den. Y mira que me jode matar al mensajero…
(Imagen de Slaff)
SONORA CARCAJADA ante el que os den…
que te … un pez.. juas
Cada día me afano en tratar de pasarle por encima una apisonadora para hacer de mi pirámide una alfombra voladora… En esas estoy.