En la entrada anterior sobre El arte de la guerra aparecieron detractores de mi tendencia belicista. Creo conveniente deciros a todos que la guerra es algo que, militar y socialmente, no me atrae. La mejor noticia de mi vida me la dieron cuando me declararon inútil para el servicio militar, entonces obligatorio. Y los vaivenes de tropas y las veleidades de los gerifaltes me la traen -pura y llanamente- al pairo. Pero la guerra es un factor ineludible de la vida social: aun no queriéndolo, la brega diaria te obliga a dejar la margarita que llevas en el pelo y ponerte el traje de faena. Y entonces es cuando las enseñanzas de Sun Tzu se hacen indispensables. Son, más que nada, un libro de autoayuda para salir a la calle, entrar en tu centro de trabajo o enfrentarte a alguno de los lazos que aún te quedan por ahí. Lo que pasa es que los libros de autoayuda son mariconadas pusilámines, timoratas, y El arte de la guerra es un libro de experiencia contrastada: más de veinte siglos dedicados al noble arte de la jodienda, de hacerte respetar cuando el «por las buenas» te deja tirado en la cuneta a punto del disparo por debajo del occipital.
Así que ya lo siento, amigos. Yo sigo inspirándome en las ideas del maestro, que en su capítulo II trata sobre el inicio de las operaciones: «sé rápido como el trueno que retumba antes de que hayas podido taparte los oídos, veloz como el relámpago que relumbra antes de haber podido pestañear». Si no, flojearán tus fuerzas: si no, habrá sublevaciones; si no, se te agotarán víveres y suministros. No movilices a tu ejército dos veces para la misma campaña, quita las armas a tu enemigo y no a tu propio pueblo. Y, sobre todo, «si utilizas al enemigo para derrotar al enemigo, serás poderoso en cualquier lugar a donde vayas».
Y esto lo digo porque hay mucho bicho suelto, mucha gente que parece que no se entera, mucha gente que esconde la cara para ocultar su perversidad y su estulticia. Y tienen que tener cuidado, porque hay otros que no sabemos muchas cosas del arte de la vida, pero leemos. Y tenemos a nuestro alcance toda una despensa de víveres para nutrirnos y todo un arsenal de letras para armar nuestro cerebro. Sun Tzu, ¡a por ellos!
(Imagen de ZR)
La guerra es sibilina y no se hace sobre el tablero con peones de madera.
Es sobre una pizarra digital, y con los botones de ERASE y ENTER se pierde o se gana.
Todo es tan manipulable que no sabemos en que lado de la verdad estamos.
Yo sigo en la senda de la valoración de «El arte de la guerra» en la línea del Señor K. Para practicar, para reflexionar… O simplemente para saber que todo es cambio y, por lo tanto, conflicto. Eso no quiere decir que no comprenda tu postura, Kokycid: pero he de decirte que conozco muchos enemigos de la guerra que, cuando llega el momento, se pasan del lado de los bombardeos y te zurran a base de bien. Hay que estar prevenido.
Hasta el libro más descabellado, si se sabe aprovechar nos brinda sus enseñazas. De todas maneras hay libros (que a pesar de lo dicho anteriormente), debido a su temática no tengo el menor interés en leerlos, teniendo aún tantísimo pendiente. Pero coincido contigo, Sr. K, en lo fundamental.
Yo sin haberlo leído, habiendo sido objetor de conciencia, siendo más pacífico que un gatito y sólo habiendo recibido algún puño porque pasaba por allí, creo que es un libro que igual hasta me leo. Primero, para poder opinar sobre él con conocimiento de causa y segundo porque hay que conocer al enemigo y saber diferenciar contra qué rivales nos enfrentamos en nuestro día a día y si tenemos el manual de funcionamiento eso que ganamos ;-P
Por lo que me parece discernir entre todo lo que he leído, oído y visto sobre este libro, tiene una fuerte carga de valores humanos. Los valores por naturaleza se enfrentan, así que si un libro de hace tanto tiempo aún se sigue teniendo de referencia para articular la lucha entre valores humanos, merece un poco de nuestra atención. La supervicencia en la sociedad del bienestar no es tan sencilla y toda ayuda o guía puede ser buena. Como dice Raúl, puede ser una autoayuda porque ya nadie ayuda a nadie.
Nuestros prejuicios son nuestro primer enemigo y son los que más guerras, luchas y cabreos entre familias han provocado. Si "El Arte de la Guerra" consigue hacernos menos recelosos y menos miedicas con el otro, ole por Sun Tzu.
La buena lucha se basa en el respeto, aunque parezca lo contrario. en cambio, la guerra es odiosa, vil e inhumana. Quizá deberíamos cambiarle el nombre por "El Arte de la Lucha", aunque también sería un cambio demasiado "políticamente correcto"…
Ya el título del chino falla. Denominar arte a cualquier actividad bélica… arte y guerra son antónimos
No me muevo un milímetro mi posición original: «Si quieres la paz preparate para la guerra» Axioma de mermados y de grandísimos hijos de puta que hacen del mundo un lugar poco comodo para vivir. Preferiría un libro de recetas de Argiñano que un sólo capítulo del chino ese. Lo digo con todo el cariño, eh, Raúl?