(Lo que ahora empieza es la entrada número uno de Fragmentos para una teoría del caos. Como todo fragmento que se precie, tiene todo el derecho a ser parte o porción de una cosa quebrada o partida, pero también trozo de obra o parte conservada de un libro o escrito. Como teoría, puede ser algo especulativo no puesto nunca en práctica, leyes seriadas que relacionan un orden determinado de los fenómenos, o algunas cosas más. El caos puede ser confusión o desorden, estado amorfo o indefinido previo a la ordenación del cosmos, o un comportamiento aparentemente errático de algunos sistemas dinámicos. Aparecerá siempre el título de la entrada, seguido de Fragmentos #x, categorizada como Fragmentos para una teoría del caos -y/o más cosas-. Para seguir una secuencia ordenada de lectura, podréis acudir a una entrada creada a este fin en mi sitio web URBINAVOLANT. La suerte está echada.)
Ana escucha. Le gusta sentarse en la alfombra del salón, con la espalda apoyada en el sofá. Las piernas encogidas, buscando algo parecido a una posición fetal que recubra de protección su mundo frágil. De vez en cuando, Ana baja la cabeza para tocarse las rodillas con la nariz, acariciándola de rótula en rótula para sentir las líneas suaves de los pantalones de pana que se compró ayer. Ahora mismo, Ana escucha una sonata para violín y piano de Beethoven. El ritual siempre es el mismo, un placer y un homenaje. Todavía recuerda las tardes en las que entraba de puntillas en el salón, cuando su padre se refugiaba del ajetreo y del ruido para escuchar música. Las reglas eran claras: ni una palabra, oído alerta. Su padre, sentado en ese cómodo sillón, piernas cruzadas. Ella, en ese mismo sitio, en el que está ahora. Los dos cerraban los ojos. No lo sabían, pero oscilaban sus vértebras al compás del violín casi al unísono. Ana sigue la música con los ojos cerrados, pero a veces mira también la pared vacía, en el único resquicio libre de cuadros, de estanterías. Se diría que está triste, pero está feliz. Quizá se encuentre en ese estadio intermedio que no sabemos definir y que constituye el eje de su vida. La suerte, esta vez, está de su lado. Hoy ha recibido buenas noticias.
(La imagen es de pablokdc)
Mafaldia.- La música siempre recompensa en dichas y pesares.
Bipolar.- A veces, las paredes no reflejan nada… Es lo malo.
La pared refleja la ausencia de la madre, sus recuerdos…
¡enhorabuena Ana! la música te ha recompensado tu delicadeza con ella…