¿Qué más se puede contar, después de no haber contado nada? ¿Qué se puede comunicar, cuando ya no queda más que el eco de lo dicho? El experimento de hace dos días me ha dejado afónico, proclive más a callar que a hablar, dejando reposar las letras que han estado dando saltitos en mi cerebro. Lo cierto es que puede ser indiferente haber escrito trescientas entradas, treinta o tres, pero cuando me senté ayer para acometer la 301, sentí el pánico de no estar a la altura, de no alcanzar el nivel, de no llegar a saber muy claramente por qué camino optar. ¿Entrada de reflexión, entrada de creación, entrada de divulgación, entrada de desesperación? Al final, he optado por la entrada sobre la nada. Escribir unas líneas que no tengan ningún contenido, que no quieran decir más que lo dicho, que no me comprometan a decir una palabra de más. Cuando pulso a «publicar», siempre he tenido la sensación de no saber qué iba a ser lo siguiente, siempre he tenido la sensación de abandono y de ignorancia. Cuando releo lo escrito, tengo una sensación de estar enajenado de mis propias ideas o, lo que es peor, de sentirlas como ajenas, expulsadas de mi paraíso por haber sido repudiadas. Me da la impresión de haberme descuidado, de no haberme puesto todas las galas para la fiesta a la que yo mismo me invitaba. Mientras otros dicen afanarse en lo que no hacen, yo aborrezco la depresión después del parto.
Dicho lo dicho, me afeitaba hace poco con una imagen en la cabeza (la imagen la entrada), a la que inmediatamente ha escoltado la frase y el contexto: «Et tibi dabo claves regni caelorum» A mí nadie me ha dado las llaves del reino de los cielos (más bien, he sido expulsado, maleta en mano, del paraíso de los hombres), pero he pensado. Quizá el reino de los cielos era el reino de las palabras. He visto una llave suelta. La he cogido prestada para robar todas las palabras del universo. Las voy a mezclar y mezclar, en cóctel mental y frenético. A ver qué pasa.
Se me había olvidado dar la bienvenida a los que se han acercado por primera vez por aquí: P. Miguel e Isabel. Es un auténtico lujo teneros por aquí. Isabel, que me añadas en tu blog es un honor (no menor que el tener la oportunidad de conocerte en persona). P. Miguel, te sigo. Lo dicho: bienvenidos.
La Nada, depresión, cansancio. Todos son temas como para no parar, ¿no creéis?
Pero sí existe la depresión post parto. Es algo extraño pero necesario para el cuerpo que es química y está desordenado… alianzas moleculares
¿Las llaves del reino, dices?
¿qué reino?
¡Enhorabuena por tu entrada Nº 300! Besotes, M.
Si nada fuera nada me dirían tus palabras, y mira por dónde se me ha llenado el cerebro de ellas. Es un lujo leerte y un placer para los sentidos.
Me imagino que no te importará que te linkee porque quiesiera tenerte entre mis blogs que no quiero perderme.
Un besazo.
No creo que Dios exista, tampoco creo en la Nada, pero creo que las palabras lo pueden todo. Felicidades por superar las 300 entradas y sigue en el universo de palabras que tan bien cazas al vuelo, es una satisfacción que ya se nos hace necesaria. Un saludo.
Para hacer una entrada sobre la "NADA", me parece que has dicho mucho.
Todo significa, y el silencio también conlleva su propio mensaje.
Saludos
Creo que estás cansado muchacho… tener unas llaves implica propiedad y el tener supone que se ha dado, ¿cuánto hemos dado?
Después de la 300 como después de una Maratón. Hay que dejar descansar el cuerpo y la cabecita.