Son días de tiniebla, noches prolongadas en la negrura de las farolas. Los hálitos de luz brillan agónicos entre destellos negros, desfilan como sombras del Paraíso por nuestra Tierra. Las bocas de los lobos no son ya de la meseta, se extienden profundas por los recovecos de las calles, por las esquinas, por las aceras. Llegan en la noche hasta esparcir su ciénaga hacia la derecha, hacia la izquierda. Nuestro centro más puro, nuestro centro incólume, ansía ver reflejos que le hagan conocer su propio rostro pero no hay espejo en el que comprobarse. No hay pupilas brillantes que devuelvan nuestra imagen, no hay una mano extendida que palpe nuestra carne para comprobar la tersura agrietada ni boca que exprima nuestros labios para vaciarlos de su sangre. Son días de tiniebla, noches prolongadas en la negrura de las farolas. Ha llegado la noche más oscura para que los destellos negros desfilen como sombras del Paraíso por nuestra Tierra. La carne ya se esparcido, la sangre queda derramada. El alma espera.
Para escuchar:Loreena McKennitt, adaptando al inglés a Juan de la Cruz. Ni más ni menos.
Hoy, porque días atras no fui capaz, puedo decirte en esta entrada, que los lobos se han adaptado al nuevo habitat y que el alma espera (pero que no se entere de su fatídico destino, no se lo cuentes, sshhh)
A mi que me sonaba a Heroes del Silencio…
la noche más larga…