Crece el mundo sin confines, ensancha sus latitutes empujando el compás hacia coordenadas nuevas, insospechadas. Nuestro universo es un diminuto rehacer de partículas impulsadas, estampadas hacia las paredes con la ilusionada tarea de volver a construir el cielo. La mirada no abarca límites, carece de la visión periférica de las aves, de las cansadas palomas. El ancho mundo se fortalece con la variedad, con la diferencia, con la menudencia hecha múltiplo. Mientras el mundo crece, nosotros somos un punto quieto, un falso eje de un falso centro sobre un plano del lugar equivocado. Paseamos por sus calles y todo va más rápido que nuestros reflejos, y nuestro pie se encasquilla en la desgastada suela de unos zapatos viejos. Permanecemos quietos, con la falsa referencia de los muñecos del vaivén, obstinados en volver a lo mismo siempre, oscilando una y otra vez hasta la reiteración, hasta el cansancio de los peces exhaustos en el barro de la sequía. El mundo es inabarcable, infinito, insospechado. Mientras nos esperan miles de casillas de un tablero configurado con todos los colores del espectro, liberados por fin de la escala triste de grises, permanecemos en la misma casilla del mismo casillero de la misma partida. Empecinados siempre en lo mismo. Ignorantes de la ausencia de fronteras, ignorantes de las puertas sucesivas de la ilusión. La vida te espera y tú no has sabido traspasar el primer vano. Has hecho de tu existencia una cavidad estanca, pequeña y opresiva. Y no sabes que la felicidad es efluvio. panta rei, menos tu estrecho mundo.
Panta rei (todo fluye) ha sido el lema de mi vida hasta ahora. Besotes, M.
Quizás seamos nosotros aún mas inmensos e inconmensurables que el propio Universo, tal vez el Cosmos habite en nuestra alma, pero locos como andamos por conquistar el planeta todavía no hemos tenido el momento de adentrarnos en nuestros infinitos misterios y continuas evoluciones.
Hemos perdido un pelín el punto de referencia, resulta que en el centro no estamos nosotros…