Son muchos. Su postura básica es ésta: brazo izquierdo en jarras o mano en el bolsillo trasero del pantalón tejano. Hablan de pie y dan pequeños pasos para delante, para detrás, oscilando el cuerpo. Y su rasgo característico, marca de la casa: mueven y mueven su mano derecha acompañándola de palabras, palabras y palabras. Hablan muy pero que muy bien, pero con términos huecos (con veinte vocablos despachan lo que podían haber dicho en seis). Son vehementes. Y cultos-culturillas. Y extremos-extremados. A veces, congelan el tiempo y el espacio, se paran como mimos en el Retiro, alzan la mandíbula a un cielo que les pertenece y tuercen el gesto: no es fruto de la convulsión, sino una manera de demostrar que el mundo gira y gira en torno suyo. Son personas importantes sin haber hecho nada en la vida, grandes trabajadores que se pierden en las alharacas, prohombres que triunfan sobre el trabajo escondido de los demás. Son amigos de alzar la voz cuando están muy muy enfadados y de callar -muy poquitas veces- cuando el miedo atenaza su rostro. No son capaces de aguantar el dolor en silencio, de aguardar la calma de sus vidas con silencio, de pasar por la vida de puntillas. Son firmes porque son frágiles, son seguros porque son débiles. Pero como eso queda muy -pero que muy- adentro, los demás tenemos que soportar que el mundo gire y gire a su alrededor como su brazo. Son los rebeldes acólitos, los que vendan y venden a todo lo que no son ellos. Enhorabuena. Sois los putos amos de vuestro mundo.
(Imagen creada a partir de una foto de LSD13)
De estos ombligos hay muchos
Como carecen de todo, sobre todo de consideración y respeto hacia los demás, aparte del mínimo ingenio, necesitan vampirizar lo que no poseen.
Siempre he desconfiado de dos clases de personas, los que alzan la voz y los que gesticulan con manos y brazos. No te digo nada cuando se juntan ambas actitudes. Un saludo. Manzacosas
….. a tus zapatos.
Que putada… no solo son los mandamases, tambien somos asi muchos pringadillos de a pie. En este estereotipo si que me he visto reflejado. ¡Y que pena me he dado a mi mismo! Cuantas veces siento catedra (con una mano en el bolsillo trasero y la otra revoloteando entre mi cara y la del interlocutor), me sulfuro por defender cualquier intrascendencia y me siento el ombligo del mundo. En fin: por lo menos la aceptacion puede que sea el principio de la cura…
Excelente descripción de los mandamases ineptos que rigen nuestras vidas. Besotes, M.