Las cadenas se tensan, víctimas de la dureza del eslabón; se aflojan, víctimas del aire y del impulso. Un mundo vacío lleno de aire, un mundo lleno del tenaz propósito de no soltar amarras. Miré aquella tarde el parque, ausente de paseos y de voces, con mi conciencia como único testigo de un orbe que se redondea siendo inmensamente plano. Los días de viento recio y hojas caídas nos obsesionan con un suelo cada vez más inundado de materia antes viva. Hay que levantar la vista, siguiendo la órbita del columpio, aunque el cielo gris nos declare que vendrán días peores.
ya…, no debe dar tiempo ni a decir ay!
Ayyyy qué bonito Raúl.
Estos dos textos son diferentes a lo que escribes habitualmente. Me llenan.
Sentir ese nudo en la boca del estómago antes del indefectible salto al vacío. Sólo duele la primera vez.
Vale, el otoño trae consigo nostalgias pero tampoco os teneis que poner tan pesimistas… ¡Arriba ese ánimo! Besotes, M.
Caray, cómo se nota que entra el otoño. No sé qué os pasa, que os volvéis nostálgicos. Conste que es bueno. Un saludo. Manzacosas
o mejores…. vaya usted a saber…