Según dicen las personas que le dan a eso del definir, el boato es tanto la «ostentación en el porte exterior» como la «vocería o gritos en aclamación de una persona». Las definiciones son muchas cosas, pero todas vienen de una etimología latina que significa algo así como poner límites, acotar lo que es una cosa -o un concepto- en contraste o comparación con las demás. El boato no suele venir sólo, sino que está casi siempre escoltado en nuestros decires por la pompa, el «acompañamiento suntuoso, numeroso y de gran aparato que se hace en una función» o incluso la «rueda que hace el pavo real, extendiendo y levantando la cola». Tanto la pompa como el boato se hacen hacia fuera, en un intento de que nuestra maltrecha personalidad supure las heridas y los complejos elevándonos a los altares de la importancia, de la arrogancia, de la altivez. Nadie está libre de esta herida supurada. Pero os juro que a mí no me gusta. Yo no soy nadie importante. No puedo extender y levantar todo un plumaje que no tengo. Y a mí tan sólo me acompañan a menudo mi sombra y mi aliento. La pompa y el boato nos acompañan desde las fiestas del vivir hasta las fiestas de la muerte. Pero luego, ya entre los terrones arcillosos y con nuestro cuerpo escoltado por los gusanos, se nos acaba para siempre. Y no vuelve nunca más.
La pompa te acompañará hasta el final, por lo menos las fúnebres.
Raúl, creo que es necesario sentirse en algún momento de la vida un poco importante. Triunfar y fracasar, y así continuamente…
Boato, pompa, circunstancias… los ingleses son los campeones para eso y en la época del dictador ¿qué me dices de ir bajo palio? En fin, todo MUY ridículo… Besotes, M.
Lo importante es la esencia, pero, desgraciadamente, mucha gente sigue empeñada en vivir de las apariencias. Un saludo!