Era muy pequeño cuando veía a mi abuelo comerse siempre el pan de ayer. El pan duro fortalecía los dientes, decía. Probablemente, el pan duro era una costumbre adquirida que también fortalecía el estómago en tiempos de guerra y de racionamiento. El currusco del pan del día era para mi madre. Tampoco he sabido nunca qué fue primero, si el gusto o la abnegación. Yo siempre he sido muy de miga, blandita en la boca, apretada y figurada en las manos infantiles.
Llega un momento en la vida en el que la barra del pan es igual, comienza y acaba en sus extremos y a alguien le toca acometer esas durezas y pliegues. ¿Quién empieza?
(Gracias a mi ignorancia y al diccionario, he conocido un equivalente de la palabra currusco: cuscurro, lo cual viene a darme la esperanza de que siempre hay más de una manera de atacar los bordes, que son siempre idénticos y siempre distintos.)
El currusco es la esencia de la vida. Cuando tienes hijos te toca comerte lo más duro y lo de peor aspecto (marido incluido)
En Irún decíamos "coscorro" y era lo que más me gustaba. Cuando comprábamos el pan siempre arrancaba el coscorro para comérmelo. Era delicioso. Pero, es verdad, que en aquellos años no se tiraba nada. Se aprovechaba todo. Hoy en dia TODO es un despilfarro… Besotes, M.
yo sigo comiendo pan de ayer…, cuando lo tengo. Lo llevo en los genes.
Mi padre con 95 años sigue guardando el pan del día para el día siguiente y posteriores.
Hola. Mi madre nos daba el pan duro, y se aprovechaba todo, sin tirar nada. Mojado en leche, frito en la sopa. En aquella época era casi un pecado tirar comida. Se aprovechaba todo. Por cierto, leo a PEDRO y creo que la suerte ha estado en haber vivido aquella época. Se valoran mejor las diferencias con la actual y se asombra uno de la capacidad de cosumo que tiene la gente joven hoy. Es algo alucianante. Un saludo a ambos. Manzacosas
Los padres se comían el pan duro diciendo que ronchar fortalecía los dientes y las madres se cogían la parte peor de la comida del día asegurando que era la más sabrosa.
No sé si es una suerte para muchos no haber vivido esto.
Saludos veraniegos, Raúl.