El mundo desprende música. Lo sabían muy bien Pitágoras y toda su secta, que tenían muy clara la incidencia que tenía la música en nuestro ser (era tanto nuestra garante de equilibrio anímico como, por eso mismo, eficaz pócima para nuestro cuerpo) y que postulaban también la música como una armonía cósmica que nos enlazaba con el universo. Pues eso, si la armonía es cosmos, lo inarmónico nos hunde en el caos total y vital, y esto es precisamente lo que han descubierto en el Instituto Tecnológico de Massachusetts (el famoso MIT) un grupo de investigadores dirigidos por Gil Alterovitz en un interesante estudio -que descubrí gracias a este artículo de El Mundo-. Como si Acordes y desacuerdos fuera más que la traducción del título de una película de Woody Allen, resulta que, una vez más, los antiguos tenían intuiciones geniales y que el tiempo acaba por darles la razón: en base a algoritmos matemáticos, Alterovitz y compañía han creado un programa informático con el que se puede escuchar la «melodía» del cuerpo y han comprobado que las disonancias son consecuencia de una enfermedad. De esta forma, si ya algunas patologías se evidenciaban con el oído atento al fonendoscopio, ahora la trasliteración genética de éstas a notas musicales facilita, incluso, que escuchemos la melodía patológica de las enfermedades.
Y así, una vez más, quedamos inmersos en la conexión entre nosotros mismos y el universo, entre las notas de nuestro interior y los arpegios de esa melodía cósmica que nos dicta los efluvios del orden y del desorden. Y yo que creía que la música ahora quedaba ahogada entre los auriculares de los discretos y que sólo manaba de los coches tuneados en los que se agitan los ritmos rapeados, agitanados o electrónicos de quienes compensan el ahorro del aire acondicionado con la ventanilla bajada. Con los elevados decibelios de quien escupe sus canciones preferidas -y preferiblemente horteras- en un deseo de congraciarse con el caos mundial…
(Imagen de selva)
chevere ps pero debe de dar notas
para las personas que kieren aprender
"Jarabe de Palo", quería decir. Son las prisas…
Me gusta el estudio, no lo sabía. Qué haríamos sin música? Como dice mi amigo Kyke, teclista de "jarabe de Palo": "Quien ama la vida, ama la música"
¡Qué estudio más interesante! Lo tendré que leer con calma. Ahora ando un poco estresada porque llega mi tropa dentro de unos dias… Besotes, M.