En el resplandor lábil de unos rayos de sol fríos en nuestro verano extraño, nada mejor que un aria de opera. He visto despuntar estos rayos, que hoy me han parecido más bellos, gracias a «Nessun dorma» de Puccini.
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En el resplandor lábil de unos rayos de sol fríos en nuestro verano extraño, nada mejor que un aria de opera. He visto despuntar estos rayos, que hoy me han parecido más bellos, gracias a «Nessun dorma» de Puccini.
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afortunado insomnio….en ocasiones.
Es una de mis arias favoritísimas, la versión de Pavarotti, q.e.p.d. grandiosa. Me ha encantado este post. Besotes, M.
Pueblo de Pekín! Esta es la ley: Turandot, la Pura, será la esposa de aquel que, siendo de sangre real, resuelva los tres enigmas que ella le propondrá. Pero el que afronte la prueba y resulte vencido ofrecerá al hacha su cabeza soberbia.
Así reza el edicto impuesto por la bella pero fría y sanguinaria princesa Turandot y que ha llevado a la muerte a decenas de aspirantes subyugados por su inigualable belleza. El príncipe Calaf se ha sometido a la difícil prueba y ha logrado resolver los tres misteriosos enigmas de Turandot. ¿Cuáles son? la esperanza, la sangre y el último, el hielo que enciende tu llama: Turandot. Ahora le toca reclamar la mano de la fría princesa, quien ha quedado a merced del hasta entonces desconocido vencedor. Pero la derrotada princesa se rehúsa a cumplir con el juramento sagrado que la obliga a ser esposa del hombre que adivine sus enigmas, por lo que ruega a su padre, el emperador de China, que no la entregue al extranjero.
El desconocido príncipe, viendo temblar de miedo a la princesa por primera vez, le propone un enigma: “Mi nombre no sabes, dime mi nombre… dime mi nombre y al alba moriré”.
Nessun dorma (Nadie duerma)
¡Nadie duerma! Los heraldos de la princesa Turandot esparcen el decreto por todo Pekín. Nadie dormirá esa noche hasta que se encuentre a alguien que conozca el nombre del extranjero.
Mientras Turandot y sus guardias recorren la ciudad atemorizando a la gente en su afán de descubrir el nombre de Calaf, éste, posado en una escalera, contempla las estrellas y, seguro de su victoria, espera con ansia la llegada de la mañana…
(copiado de algún sitio)