Autosuficiencia es un concepto cercano a lo pretencioso pero totalmente necesario. Cobijado como muchos en las faldas de mi madre, que me lo daba todo hecho (confieso ruborizado que hasta los dieciocho años me levantaba con el desayuno preparado y mis únicas obligaciones domésticas eran hacer la cama, poner y recoger la mesa… y poco más), aprendí lo necesario que era aprender a buscarse la vida cuando fui a Valladolid a estudiar. Compartía piso con dos muchachotes bastante más hacendosos que yo. En el primer reparto de tareas, me tocó fregar. Juro por lo más alto que lo que voy a contar es cierto. Me acerqué a Jesús, uno de mis compañeros, y en un susurro avergonzado le pregunté: «¿Cómo se friega?» Pensaba que le estaba tomando el pelo, pero yo el proceso de fregado sólo lo había visto filtrado a través de un pulcro electrodoméstico desde que era bien pequeño. En el momento de que se percató de que la cosa iba en serio, con toda su santa paciencia (tenía mucha), me lo explicó. La primera semana, pues, la aprobé con nota: los cacharros aparecían más o menos limpios (si exceptuamos una tendencia endémica que tengo hacia el deficiente aclarado). La siguiente semana era más intuitiva, porque tocaba limpiar. La ausencia de aspirador sólo me preocupaba por la aversión alérgica (literal y certificada médicamente, que conste) que tengo por el barrido y el trapo del polvo. A la tercera semana llegaba el miedo real, la prueba auténtica de independencia: tocaba cocinar. Por principio, teníamos todo un conjunto de actuaciones acordadas y pautadas para evitar subsistir a base de macarrón, salchicha y huevo frito. El primer bagaje culinario estuvo asentado en los sabios consejos de mi madre, que tenía apuntados hasta el detalle más nimio. Pero como el universo tiende a ensancharse, compré mi primer libro de cocina: 1080 recetas de cocina, de Simone Ortega. Por mi parte, ya se pueden ir a tomar por el saco Adriá, Santi Santamaría, Berasategui, Arzac y Arola. Y la madre que los parió, para que les haga compañía. Era aquél un libro que no daba nada por supuesto. Si querías hacer una sopa, la hacías. Un guisado, ahí va. Una mousse, pues así y asá. Todavía cocino muchas cosas siguiendo de memoria esas magníficas recetas.
Me enteré el otro día que Simone Ortega ha muerto. No es una madre, claro (al menos, no nuestra), pero Simone Ortega nos ha enseñado a muchos que sobrevivir en este mundo es posible. Día a día y plato a plato. Y la autosuficiencia, es cierto, es un concepto feo y pretencioso. Pero totalmente necesario. Cuando miras a un lado y no ves a nadie, cuando miras al otro y ves gente alejándose, agradeces haber empuñado un libro como elemento de supervivencia. No es la Biblia, pero te enseña el camino. Y, de paso, aprendes la historia de las lentejas (Génesis, 25, 29).
Y si no, ya me lo diréis en la entrada de mañana.
(Imagen de Brunna Peretti)
Como veis, este libro está en más casas que la mismísima Biblia. También tengo la edición electrónica de la que habla Berta: es una maravilla que no estaría mal que la actualizaran con una nueva edición más perfeccionada.
Berta, es estupendo que te pases por aquí de vez en cuando. Efectivamente, es "muy mío". Espero que sea para bien…
Bipo, la primera limpieza del inodoro es ya como las pruebas de los Marines. Yo, después de ello, me sentí como Richard Gere en Oficial y caballero soportando al sargento de los cojones.
No hace falta que entres en detalles, pero la prueba de supervivencia por antonomasia, la madre de todas las batallas… es …. la limpieza del inodoro..
Mi madre me lo dejó un día, hace un montón de años, y todavía no se lo he devuelto…
Pese a la diferencia de edad, que la hay, yo también debo no haber muerto de desnutrición o monotonía culinaria a la tal Simone Ortega (que en paz descanse). Pero yo no me compré su libro, no. La amplitud de miras de esta mujer fue aún más allá y llegó a comercializar un cd interactivo que yo me compré (o alguien que me quiere bien me regaló, no lo recuerdo). La versión digital del libro reunía y organizaba todos sus sabios consejos. La apariencia era similar a la de los Sims…lo dicho, ¡toda una pionera!.
Mi trabajo de verano me deja bastante tiempo libre y me separa de la playa, familiares, y/o amigos demasiados Km., así que pasaré por aquí con frecuencia.
Un saludo y enhorabuena por el blog. Es muy tuyo.
"1080 recetas de cocina" es la Biblia de los fogones. Se le regalé a mi madre cuando era un peque y todavía me lo agradece… y el que salió ganando fui yo. Bueno, y mi padre y mi hermano también 😉
Tambien tengo ese libro de Simone Ortega. Es fantástico: claro, simple, recetas riquísimas fáciles de elaborar. Ultimamente tambien aprecio los libros de Arguiñano que tambien son recetas caseras fáciles pero el de Simone Ortega es, como tu dices, ¡la biblia! Aunque luego siempre cocino a mi aire, a decir verdad. Muy divertido tu post. Besotes, M.