Algunos se habrán extrañado de haber celebrado con la boca pequeña mi entrada número 200 en Verba volant. Pero ya decía entonces que seguiría la sugerencia de Chipirón negro (recordad ir en orden inverso de lectura para descubrirla…) para celebrar la entrada 202, que parecía mucho más bonita. Aunque voy a hablar de otros mensajes que me ha enviado (su presencia en el blog llevaba en estado latente casi un mes), empezaré por su cibermensaje privado de felicitación: «Vaya, Garbanzo Negro. Parece que has conseguido superar esa segura inseguridad que destilas y te has marcado ya 200 entradas. Qué machote. ¿Para cuándo un libro? ¿Serías capaz de hilvanar argumentos o razones con el hilo coherente de la narrativa o de la disertación? No te felicito por escribir 200 entradas. Eso sería una gilipollez monumental. Te felicito por haber hecho algunas (no todas, para qué te voy a mentir… ) que merecen la pena, por haberme hecho pasar algún que otro rato divertido: me río mucho con tus bobadas. Por sentirme, como te dije en algún otro comentario, la reina de la fiesta de las palabras. Contemplarme en Verba volant me ha hecho sentir contigo cosas que jamás había sentido. Y no pienses mal, so guarro. Y lo último, para que no te lo creas mucho, tú que acostumbras a pasarte de listo: ¿sabes mucho o no sabes nada y disimulas?».
Vayamos por partes. ¿Para cuándo un libro? Probablemente, para nunca. Creo que el blog es un medio de expresión perfecto para mí. Mezclo cosas, escribo de lo que me viene en gana: un día de una cosa, otro día de la contraria; un día en serio y otro en broma; unas veces con placidez y otras con agresividad. Un día tengo fotos mías y otro escojo otras mejores. Me gusta. ¿Un libro? Escribo cosas, rollos teóricos y académicos sobre pragmática, retórica, publicidad o cine. Ya me gustaría a mí tener el talento de juntar palabras del modo adecuado, bello y coherente que se requiere para escribir esas hojas cosidas por el lomo y con tu nombre en la cubierta. Además, esto del blog sale casi gratis: puede que no te lea ni «el Tato», pero no se entera casi nadie.
Me alegro de que este blog ayude a algunos a pasar buenos ratos, a reírse o a pensar en las bobadas que se me pasan por la cabeza. Todavía no puedo imaginarme que alguien esté atento en la pantalla leyendo las palabras que han pasado por mi cacumen y piense que merece la pena volver. Me cuesta comprenderlo, pero me cuesta todavía más entender por qué que algún que otro clan ha disfrutado de la lectura de cada entrada buscando algo con lo que enfadarse… no sé si para descubrir que me odian o para sentirse aludidos en cada línea en un afán de protagonismo que nadie merece sin buscarlo con el mérito personal. En fin, de personas que confunden la dignidad de los manteles con la hondura de la muerte real y verdadera no se puede merecer más que el olvido. Por lo que aparece en mi cuenta de Google Analitics, parece que, afortunadamente, se han cansado. Es el único momento en el que me he alegrado de perder lectores. Así están aquí sólo los que quieren estar. Espero, por lo tanto, que a nadie le moleste compartir un rato con un garbanzo negro, una escoria social y personal digna del rechazo y castigo de las mentes serenas, brillantes y buenas.
Chipirón, es muy lógico que tengas protagonismo en este blog. Sin saberlo (o sabiéndolo: no sé), has sido un hilo conductor que ha enhebrado muchas de sus entradas. No sé cómo me conoces tanto sin conocerme (me pareces la extensión emocional de Blog80burgos, que sabe perfectamente quién soy pero no se revela). No te puedes imaginar la de gente que sabe de tus intervenciones en este blog y lo intrigados que están. Más que yo, te lo aseguro. Has creado debates, controversia, admiración callada o manifiesta… Y, sin tú quererlo, eres un elemento importante: el diálogo del autor a un narratario real de lo contado. Creo, por lo tanto, que te debo aún muchas entradas.
¿Sé mucho? Taxativamente: no. No podría, porque mi cabeza da para lo que da. Pero soy muy curioso, picoteo de un lado y de otro, trasteo desde pequeño con cada libro que cae en mis manos y no me gusta cerrarme en ser un selecto especialista de la nada. Esa es mi virtud, ese es mi defecto.
Bueno, amigos. Esta conmemoración va a ser larga, así que va a ser mejor repartirla en alguna otra entrada más. Os aconsejo que las leáis, porque quedan muchas líneas de Chipirón prometidas. Os dejo una, para hacer boca:
«Algún día te contaré la historia de la noche en la que descubrí el miedo»
(La imagen pertenece a la interpretación del Infierno de Marina Núñez para la exposición Luz y Tinieblas de la Catedral de Burgos)
Mira que si es un señor con bigote…..
¡Pues nos hacemos!
Me parece genial que tengas a una admiradora (¿o admirador?) como Chipirón Negro con sus criticas tan incisivas y graciosas. Espero leerle mas amenudo. Besotes, M.