Son bonitas las opiniones. Por lo variadas, lo sustanciosas o lo rocambolescas. Cuando uno opina, el otro también puede hacerlo con igual derecho, aunque con más razón… o con menos. Yo -bien lo saben los que me aguantan por la vía directa o cibernética- son un poco tarugo, así que no voy a opinar sobre opiniones. Sólo voy a exponer dos opiniones sobre dos cosas iguales porque son diferentes… o dos cosas diferentes porque son iguales. El tema es la piratería y ha venido a mi mente flaca gracias a una magnífica entrada del blog de Enrique Dans («¿Piratería? No me hagas reír«) y en virtud de una interesante crítica de Enric González aparecida en El País sobre un libro de David Cordingly Life among the Pirates.
Empecemos por los piratas que navegan en barco: parece que la imagen que tenemos sobre ellos se debe, más que a ninguna otra cosa, a la difusión de estereotipos literarios (y cinematográficos), amparados en su momento por algún que otro interés histórico. No eran tan fieros como los pintaban y los vemos; debían su éxito al número más que a la fuerza sanguinaria; abundaban en presas pequeñas, y no era infrecuente que trabajaran para los intereses de algún que otro estado. Eran más liberales que sus tiránicos oponentes: siendo muchos y menesterosos, siempre atrapaban a los ambiciosos intereses mercantiles marcados por “la cartera” y un buque cargado hasta los topes en su intento de ahorrarse en lo posible la mano de obra. Se reclutaba a la fuerza a quienes desempeñaban puestos cualificados, pero el resto de la tripulación pertenecía a marineros voluntarios, deseosos, en primer lugar, de tener más ventajas y poder trabajar menos que en los barcos mercantes y, en segundo lugar, por entrar en una dinámica mucho más participativa y democrática. El peligro real al que todos temían era la horca.
Si vamos ahora al lado de los piratas que navegan en mundos de silicio, parece que el hecho de que algunos compartan música no ha hecho menguar las ideas, sino que las ha pulido y abrillantado: se empobrece solamente aquél que se ha ido alejando de la onda de lo contemporáneo, anclado y bien sujeto a un modelo empresarial y comercial y obsoleto. La educación en la actualidad no consiste en moralinas facilonas de manual, sino que es un hecho complejo y que pasa por entender que también la educación se ha extendido a una gran formación tecnológica del que sabe y puede aprovecharse del intercambio de contenidos e ideas. Y la hipocresía de ansias legisladoras obedece más a intereses comerciales que a la ley de un mercado nuevo al que, necesariamente, hay que adaptarse.
Una vez leído esto, deglutido y asimilado todo esto, a un servidor, poco espabilado -como ya he dicho- sólo me quedan tres preguntas. ¿Si me diese por descargar y grabar una sola vez en la vida el trabajo de músicos nigerianos de los años ochenta no editados en España -inencontrable por otras vías-, alguna parte del canon que he pagado por el disco podría ir destinado a la cuenta de un artista español (David Bustamante, por poner un caso)? ¿Me parece a mí, o la visión de los piratas del barco y las del silicio tienen sorprendentes parecidos desmitificadores? Y la última -y la más importante: ¿alguien sabe realmente lo que son los piratas?
(La imagen pertenece a las láminas de Cofresi utilizadas por la campaña publicitaria de Ron Orbucán)
[goear]cb03b18[/goear]
Me alegro de que os hayais hecho amigos…. Creo que los dos podríais tener unos debates MUY interesantes. Espero leeros pronto. Pero, ésto ¿no iba de piratas? Besotes, M.
faq, qué bella la canción de Serrat. Ojalá no se aplique el final a las otras historias de "piratas".
Dargor, para situar a los lectores en las cosas que comentas, vamos a poner el enlace a la entrada de tu blog: Réquiem por la educación. Me gusta mucho lo que dices (y no lo digo de coña). Y te voy a decir varias cosas: que sabía que el comentario que te hice era extremo, pero creo que tenía que hacerlo; que gracias a estas cosas (y no a pesar de ellas) he conocido tu blog, que me parece magnífico; y que creo desde lo más hondo de mi corazón que eres un buen tipo. Y que tienes muchas cosas que decir y la obligación de decirlas. Y que espero que sigamos visitándonos para comentarnos las cosas, para estar de acuerdo en lo que haya que estar y para disentir en lo que creamos que tenemos que disentir. Me gustaría que este fuese el principio de una bella amistad. Insisto: de corazón.
Bueno, comentando un poco mas extensamente el tema, he de decir lo siguiente:
En ningun caso estaba llevando la critica al sector entero, porque siempre (y digo siempre) hay personas que se salvan. Y hay personas que precisamente llevan a cabo la labor de conseguir hacer las cosas como hay que hacer las cosas. Y no solo eso sino que además consiguen ser bellísimas personas al mismo tiempo, cosa que hasta esta mal vista en esta actualidad.
Pero aclaro, yo en realidad no tengo ni idea. No tengo ni idea porque jamás he agradecido a nadie que realmente fuese bueno haciendo su trabajo o cualquier cosas que haga y tan solo me he preocupado por criticar. En realidad no tengo ni idea porque jamás de los jamases me he puesto a autocriticar mis ideas y pensmientos. En realidad no tengo ni idea, porque jamás he intentado dar un paso preocupandome de a dónde me dirigía. En realidad no tengo ni idea porque no he estado jamás en un Aula, ni he ayudado a ningun compañero en nada. En realidad no tengo ni idea, porque carezco totalmente de espíritu ético y de compañerismo. En realidad no tengo ni idea porque no se apreciar cuando tengo delante de mi alguien que realmente vale su peso en oro.
Y esto son cosas importantes, ciertamente. Tan importantes como el hecho de que se ve que eres una persona inteligente que se aleja de cualquier cosa que haya dicho en la crítica. Tan importantes como el hecho de que aun queden buenas personas en el sector Pero insisto, en realidad no tengo ni idea
Chapeaux
Mi mas sincero agradecimiento y admiración.
Me quedo con los piratas de Serrat.
Una De Piratas
Todos los piratas tienen
un temible bergantín,
con diez cañones por banda
y medio plano de un botín
que enterraron en la orilla
de una playa en las Antillas.
Todos los piratas tienen
un lorito que habla en francés,
al que relatan el glosario
de una historia que no es
la que cuentan del corsario.
Ni tampoco lo contrario.
Por un quítame esas pajas te pasan por la quilla.
Pero en el fondo son unos sentimentales
que se graban en la piel
a la reina del burdel
y se la llevan puesta a recorrer los mares.
Marchando una de piratas …
Larga vida y gloria eterna.
Para hincarles de rodillas
hay que cortarles las piernas.
Todos los piratas tienen
atropellos que aclarar,
deudas pendientes y asuntos
de los que mejor no hablar.
Se beben la vida de un trago
y se rien con descaro.
Hasta que un día, temblando
en la popa de un velero,
la encuentran, y traicionando
la ley del filibustero,
no reclaman el rescate
y rehuyen el combate.
Cuando los piratas son hombres enamorados
de una piel que huele a jazmines, rompen promesas
con sus hermanos del ayer
y huyen al amanecer
rumbo a un puerto que aun no ha puesto precio a su cabeza.
Marchando una de piratas …
Nadie doblego su espada
y basto una mujer hermosa
para cortarles las alas.
No hay historia de piratas
que tenga un final feliz.
Ni ellos ni la censura
lo podían permitir.
Por la espalda, en una esquina,
gente a sueldo los asesina.