Hacemos aguas por todas partes. Nuestro invierno se diluyó en la temperatura del otoño y la primavera ha hecho caer ríos de tinta en los periódicos y ríos de agua por todas partes. El agua cae, brota, mana desde la vertical del cielo hasta la línea horizontal del cauce. Anega lo que vivificaba y retarda el florecer de lo que tiene que surgir y que se dilata. Se acerca pausadamente el verano y el cielo ha seguido castigando nuestros paraguas y nuestras almas. Hacemos aguas por todas partes. Y no sé si esto es bueno en una época en que los desiertos de nuestras vidas son cada vez más grandes.
Lo del agua como todo, si caé en demasía, malo. Si no, malo tambien. En fin ¡qué le vamos a hacer! No podemos luchar contra la naturaleza, hay que dejar que siga su curso… (errático pero su curso al fin y al cabo). Besotes, M.
Yo creo que es bueno, Dios de vez en cuando tiene que tirarnos una pedrada para que no sigamos como lelos. 😉
Precioso