Los músculos no deberían de erigirse en símbolo de fuerza, sino en trasunto de la cohesión. Asocian nuestra fea carcasa con el estimable propósito de impregnarla del ímpetu justo para afrontar la vida. Se estiran y contraen según la circunstancia y la necesidad, y recorren también toda nuestra espina dorsal exactamente del mismo modo que corretea también por ella el cosquilleo de nuestro amor convertido en pasión. Hay músculos con distintos renombres y fortunas, de los cuales no toca hablar. A mí me gusta el psoas. Sus vecinos abdominales están demasiado sobrevalorados y, entre todos ellos, este músculo es bello, modesto, funcional: no hay quien lleve una pierna hacia arriba sin su eficaz colaboración. Y que no se le olvide a nadie que Platón partía nuestra alma en tres, con la cabeza para la razón, el pecho para el deseo y el abdomen para la concupiscencia. Todos esos placeres bajos lo son por ubicación pero no por la estima que les tenemos y por la importancia que les concedemos en nuestra auténtica vida, que es la imaginación.
El psoas colabora tenazmente en la cantidad mínima del 90-60-90 (esa proporción áurea del imaginario masculino). Lo elevado de los extremos no es sino muestra de lo evidente, de lo procaz pero necesario. El pequeño número central es el contraste del número cuando n ansía tender a cero. El cuerpo es un lugar para perderse y, cuando empezamos el suave vaivén hacia el segundo perfecto, nos enfrentamos inevitable e inconscientemente al psoas y sus adláteres, sus secuaces en el camino del deseo. El legionario que protege los territorios más exiguos de nuestro cuerpo hecho nación, cual isla Perejil en el confín de la nada, en el conjunto de una soberanía muscular disputada, contraída y relajada.
Tenemos toda una vida para vivir. Todo un otoño, todo un invierno para soñar. La primavera, Irina, es el momento de la consumación del deseo lábil. Tu psoas es el músculo en el que quiero perderme. Y, como dijo Ortega y Gasset en una cita viciada del libro supremo, «Sólo el que se pierde se encontrará».
jajajaja Manza.
PEREJIL ESPAÑOL, PEREJIL ESPAÑOL
Yo también quiero…
Muy aguda tu visión del PSOAS… Pero si Gasset dijo "solo el que se pierde se encuentra" tambien recuerda lo que dijo Picasso "yo no busco, encuentro"… Besotes, M