Pospongo para las próximas entradas mi proyecto de hablar del interior y del exterior, porque un suceso imprevisto ha cambiado mi vida. Me he dado cuenta de que soy un hombre objeto. Así, sin comerlo ni beberlo, sin salir a buscarlo y con toda la modestia del mundo. Las cosas son así, amigos. Y lo he descubierto en el transcurso natural del día a día, leyendo. Si desciendo, evidencia a evidencia, me doy cuenta de que soy un ser humano y, por lo tanto, animal; animal y, por lo tanto, ser vivo; ser vivo y, por lo tanto, cosa, objeto. Me desmarco, pues, de las hienas, de los champiñones y de las abstracciones punto por punto y evolutivamente. Como dice Jesús Mosterín, «decir de algo o de alguien que es una cosa, lejos de ser un insulto, es un piropo ontológico. La alternativa a ser una cosa es ser un mero accidente, o una abstracción, o una ficción» (La naturaleza humana, Espasa-Calpe, 2007, pág. 54). Y no os podéis imaginar lo que me alegro de no ser una hiena (aunque sea un animal no carente de encanto y equivalente a unos cuantos humanos que conozco), de eludir el champiñón (aunque sea la exquisitez de las basuras, pero inevitablemente unido a la cocción junto con el insulso perejil) o de ser una abstracción (que se pierde en el ser no siendo nada). Eso, ser una cosa, es algo que yo nos lo decía Aristóteles con palabras más rimbombantes (sustancia, dicen los latinos y los traductores; ousía, decía él). Pero cosa está bien. Me gusta.
Ahora me miro al espejo (¡Sr. K, me gustas un huevo!) y, viéndome cosa, recupero mi dignidad. Me aprecio, me acerco y dejo de ver arrugas, canas, para contemplar laberintos, surcos de belleza enmarcada. Y me siento digno parternaire de las chicas de Intimissimi y de todo lo que se lleve por delante. Soy una cosa, amigos. Y sólo falta que una femme fatale (esta, por ejemplo) venga, se arroje a mis brazos y me diga: «Ven aquí, cosita mía» y así quedar plenamente reconciliado con el mundo y con sus moléculas.
Anda que como se cumplan los sueños te va a dar un jamacuco.
Lo veo más como un problema, objeto de estudio, que como una alternativa jactanciosa. No vivirías pensando en la cantidad de moscones que arrastraría a su paso, ni la posibilidad de la cornamenta incipiente, por no decir el parné necesario para sostener a la gachí… Pellízcate Raúl, pellízcate
yo estoy una cosa que se cuenta, todas las cosas cuentan a sí mismas, pero como son cosas, no necesitan que sus cuentos alquien escuche, así que nos parece que se callan, pero las cosas no se callan nunca, las cosas cuentan cosas.
Me voy a objetivizar sólo por una buena causa, Mafaldia. Pero me acabaré convirtiendo en prosopopeya. Manzacosas, estamos hechos toda una factoría de cosificaciones y hombres-objeto. Lo tendremos que celebrar en Donosti o en algún otro sitio donde te pegas esos atracones.
El bucle da miedo, Sr. K, pero la intimidad del autorretrete también capta el momento y, por ende, la soledad. No sé los demás, pero yo necesito que exista ya una web de autorretretes: un ser humano en el abismo de ser un objeto rodeado de los objetos de la deyección.
Es un placer verte en Verba volant, Dianna, máxime cuando has pasado hasta aquí desde un blog como La acequia. Y prefiero las primeras mujeres objeto que mencionas a las segundas. Un saludo.
Merche, súper, súper, no me siento. Pero voy a pintarme un poco como un jarró, a ver si consigo algo. Y este debate sobre el deseo promete, desde luego.
Es un placer veros a todos por aquí.
Muy interesantes vuestras (tu y Pedro) disquisiciones sobre el deseo y cómo hacerlo realidad…. Primero de todo no considerarte una "cosa" porque no lo eres. Al contrario siéntete un super-hombre ya verás cómo así logras lo que quieres… Besotes, M.
Hola, paso a leerte desde el blog de Pedro Ojeda.
Todo un placer leerte sr. Objeto.
Yo he pasado en ocasiones de sentirme mujer objeto (sex) a sentirme mujer objeto (lavadora), prefiero la primera con mucho ;))
Con tu permiso volveré para leerte con más tiempo.
Saludos^^
Continúa en: http://laacequia.blogspot.com/2008/05/scripta-man…
Qué cosa ésta de estar cosificado y ser poquita cosa, como son las modelos de lencería.
Mis celebérrimos autorretretes cosifican un acto o un momento más que una persona (como toda fotografía, en definitiva). Las fotos en múltiles espejos también tienen su cosa. Hasta yo mismo tengo alguna así, pero estas dan más miedo que los autorretretes. No hay calma. Sólo existe representación de la realidad dentro de la representación de la realidad. Bucles dentro de bucles y espirales que nos llevan a la perdición.
Cada vez me siento más presionado a darle vida ya de una vez a http://autorretretes.org. Esperaré a que las tormentas traigan aparato eléctrico suficiente para insuflarle vida al monstruo.
Hola. Siempre me he considerado un hombre objeto. siempre han jugado conmigo las chicas a lo que las apetecía. Qué desgracia la mía. Qué le vamos a hacer. La historia no tiene vuelta atrás. que se lo digan a Napoleón. Un saludo
Coñe! pobre verba volant convertido en un verba florero, nosotras que estamos acostumbradas a ser objeto de semejante trato te aconsejamos "no te objetivices"