Las cosas son como son y como somos, en matrimonio canónico e indisoluble. No hay nada mejor para ver la realidad que contemplarla por la ventana adecuada. Lo decía con muchísimo ingenio Henry James en el prólogo a Retrato de una dama: en la casa de la ficción no hay una ventana, sino innumerables, con diferentes formas, de colores diversos y situadas a distintas alturas. Miramos por esos resquicios y, recíprocamente, somos observados. Espiamos con descaro la vida y ésta, en injusta reciprocidad, se atreve a meterse en el ambigú de nuestra alma mirando al trasluz del de ese cristal de ida y vuelta («Nos miran», decía un personaje de Los otros -no tiene nada que ver con la película de Amenábar, aunque fueron casi contemporáneas- la inquietante novela de Javier García Sánchez: Ediciones B, 1998). Así que no nos resta sino elegir la altura, la forma y el color del vano por donde miraremos al mundo. Yo, me quedo con la propuesta de Sophie en el capítulo tercero de In Treatment: -que empieza a ser mi manual vital de supervivencia: «Tienes que hacer una ventana redonda al exterior. Así te podrás sentir como en un barco.» Mola.
(Para aquellos que no saben cómo pueden ver estas series, algunas no emitidas aún en España, este enlace les va a ser el hilo que unirá la ficción con sus mentes de manera provechosa y fecunda.)
(La imagen es de Bruno Girin)