Recupero una noticia aparecida ya hace tiempo en la que se nos informa de que los contenidos en DVD de Barrio Sésamo, el genial invento de Jim Henson, serán aptos sólo para adultos en Estados Unidos. Más o menos aquellas fechas, me enteraba de que los turcos tergiversan el bodrio de Heidi impidiendo que se le vean las bragas y, además, que a otro de sus personajes le dibujan con un velo en los libros turcos de Spyri. Hasta que no he visto con detenimiento enfermizo el vídeo, no me había percatado del exhibicionismo insano de la chiquilla en el columpio. Quizás sea esa la razón de que todos los hombres que nos hayamos encontrado a lo largo de nuestra infancia con el personaje tengamos esas tendencias obscenas y guarrindongas. Yo creía que Heidi me había marcado en mi infancia por otras razones, como la tendencia de Pedro a beber abriendo de manera desmesurada e irreal la boca, o por la maravillosísima señorita Rottenmeier, que seguramente engrosará algún día la serie de Verba volant titulada «Los malos son los mejores».
El caso de Sesame Street es aún mucho peor. No sé si la memoria me traiciona, pero creo que la serie tuvo su origen como complemento educativo de las clases norteamericanas desfavorecidas, más proclives al absentismo escolar y con muchas horas con el televisor por delante. Ahora resulta que el contenido -sobre todo, el original de Epi, Blas, Coco o el Monstruo de las galletas, no los bodrios añadidos con actores reales- de una las series que ha sabido educar divirtiendo y con presupuestos originalísimos no es apto para los pequeños. ¿Las razones? Una niña invita a un desconocido a su casa; Epi solicita a Blas que le pase el jabón en la ducha (y que no me venga ningún comentarista «original» a soltar la gracieta de la homosexualidad de ambos: creo que están tan pasados de rosca como a los censores que estamos criticando). Por cierto, al Monstruo de las galletas le han aplicado una dieta hipocalórica y ahora le da por engullir verduras.
Estamos haciendo a nuestros hijos hipersensibles. Y hemos llegado al extremo de que ya no nos importa tergiversar el pasado, el presente y el futuro. Yo propongo que, para no menoscabar su desarrollo sensitivo, borremos de los libros la existencia de las guerrras y cambiemos todas las fotos horrendas de los desastres bélicos por las sonrisas aprofidentadas de los actores de High School Musical. También sugiero que un grupo de artistas de una junta parroquial pase la brocha blanca por las pinturas negras de Goya para que Saturno pase a devorar un salmonete (el akelarre pasará a ser el ambigú de los pijos del Ferrero Rocher). Los hombres del tiempo (ahora subidos de categoría para pasar a ser meteorólogos), por su parte, tendrán que augurar un tiempo primaveral permanente (de hecho, esa es la presión continua de los hosteleros).
Y se me olvidaba lo más importante. Los padres estaremos de acuerdo con todas estas chuminadas, llevaremos a nuestros hijos a una escuela multideportiva para que muevan un poco el culo (aunque previamente les llevemos a todas partes en coche o les hayamos dejado tirados indiscriminadamente delante de una videoconsola, o les premiemos constantemente invitándoles a una hamburguesa triple en el Burger de la esquina), les anularemos totalmente su capacidad crítica, les protegeremos del mundo con la billetera abierta. Y, sobretodo, nos tiraremos en el sofá con la babilla caída para ver una mierda de programa, no leeremos un puto libro en nuestra vida, nos dejaremos resbalar por la mierda de la corrección política y jamás de los jamases nos enfrentaremos ante la realidad para explicársela tal y como es. En justa correspondencia, ellos acabarán disparando por ahí cuatro tiros a alguien cuando estén muy frustraditos o alguien les lleve la contraria. Por gilipollas.
he crecido con Barrio Sésamo.
Esta situación es una de las más absurdas que he presenciado.
Un saludo.
En mi colegio de monjas, se tapaba con un trapito los genitales masculinos de un libro de anatomía de la biblioteca. Así que…
Y sí, la burbuja estallará, aunque no percibamos todavía sus enormes dimensiones.
Me pregunto si hay adultos en los USA esos.. Un saludo
Sí, el barrio sesamo es un producto de un banco de psicólogos y otros expertos de comportamiento y percepción. Se hacían proyecciones de prueba donde se medía la atención de los niños, lo que no gustaba, era cambiado o eliminado, es un trozo de infancia occidental absolutamente diseñado a propósito y me algro que vivía en un país socialista donde no la alphabeta no era enseñada por la tele.
viz. por ejemplo: J. Meyrowitz – Everywhere and nowhere