Frente a lo que puedan pensar los que me conocen bien, soy un firme defensor de un monarca que ha tenido una labor mucho más desapercibida que exacerbada, mucho más modesta que proclamada en voz alta. Desde luego, no entiendo ni entenderé a los defensores de la monarquía coyuntural: eso de que alguien lleve en su ADN los signos inequívocos de estar sobre otros y llevarse una partida de los presupuestos generales clama a las normas más elementales de la democracia. Intento comprender a los partidarios estructurales de un rey concreto en una circunstancia concreta, hábil y valioso para salvar a los países en situaciones comprometidas. Pero comprenderlos del todo es tanto como defender que esa estirpe se perpetúe, sean quienes sean sus sucesores. Y ahí entran, de nuevo, los presupuestos generales, y también las competiciones de vela, las cacerías de osos, las campechanías varias, los exabruptos del que debe guardar la compostura (no en vano, uno de los máximos argumentos entre los defensores de la institución es el de que los reyes en las democracias actuales han de erigirse en lo más granado de las lides diplomáticas). Como nosotros, los españoles, somos muy campechanos también -de hecho, somos capaces de votar a alguien para que vaya a concursos eurotelevisivos con una guitarrilla de juguete (bueno, eso es perdonable: el concurso también es de juguete, y tiene mucho más de televisivo que de musical)-, en aras de lo primero -la labor realizada en un momento vital- somos capaces de perdonar el resto, de defenderlo y de disculparlo. Puestos a elegir, no estaría mal eso de las monarquías electas que presenciamos en la Dinamarca contada por Shakespeare en Hamlet.
Pero esta entrada no va, en el fondo, de los reyes de verdad (porque son una ficción), sino de los reyes de ficción (porque son una realidad). Como estamos en fechas muy apropiadas para tal fin, por aquello de las salidas de pata de banco, hablaré de mi rey preferido. Es uno de los Reyes Magos. Me gustan los Reyes Magos -frente al regordete barbudo divulgado icónicamente por la Coca-Cola en los años treinta gracias a Haddon Sundblom– porque son más una leyenda de tradición popular (ese magnífico vehículo de las historias que nos apasionan) que una realidad puramente evangélica (los evangelios apócrifos decían más de ellos: Protoevangelio de Santiago: 21, 1-4). De hecho, los Reyes Magos (o, más estrictamente, sabios) aparecen sólo en el Evangelio de Mateo (2, 1-2; 2, 11) venidos de Oriente para preguntar por el rey de los judíos y postrados ante el niño para ofrecerles oro, incienso y mirra. Lo de Melchor, Baltasar y Gaspar, por ese orden, será cosa del Evangelio armenio de la infancia (5, 10), con su imagen representada, por primera vez, en un mosaico del siglo VI (después de Cristo, y no es un exabrupto: ahora es bien sabido que Cristo nació en el siglo I antes de Cristo, lo cual es un bonito contrasentido).
Me gusta eso de que unos personajes se dejen guiar por una estrella, interpreten los precisos pero mágicos movimientos del cielo para emprender un camino. Me gusta que sean tan sabios como para no arrodillarse ante sí mismos y su propia ciencia. Y me gusta, por último, la palabra epifanía, por lo que tienen detrás los sueños artísticos de revelación creativa.
Pero todavía no he hablado de mi rey mago favorito, de ese rey que, año tras año, me trae los regalos más exquisitos: se llama Artabán y se perdió en el camino. Y ya se sabe que el camino es la verdad (y la vida). Y la vida es un laberinto en el que hay que perderse. Si no, siempre corres el riesgo de llegar a la meta.
(Henry van Dyke escribió en 1896 un relato con las peripecias de Artabán: El rey mago que nunca llegó.)
Muchas gracias, Bipolar y Manzacosas. Es uno honor contar con vuestros paseos por este blog.
Hola. No eres precisamente fácil, pues planteas temas profundos y diversos. En alguna ocasión ya te expresé mi opoinión sobre el monarca actual, y es sencilla en el sentido de que me da igual quien esté al frente de una institución, república o monarquía, siempre que respete la democracia. Para mí eso es lo básico y creo que lo demás accesorio. Te felicito. Un saludo
Muchas cosas interesantes otra vez:
-sacudida de manos por la denuncia de la caza de osos por señores feudales (esto es historia y lo seguimos manteniendo)
-el planteamiento de tres sabios descifrando las estrellas
-el diseñador de Play Boy, digo….
(Santa Claus también me gusta, es de cuento y se mastica)
-y al cuarto rey voy a descubrirlo en el sofá.
Este blog está de rechupete