Los días ya no corren en su calendario de mesa. Se han quedado anquilosados, blancos y vacíos. Sin ninguna perspectiva de futuro, sin el consuelo de ser habitados por algún plan que llene un vacío que se extiende hacia el abismo. El viajero, cansado, quizá acompañará a esas hojas de calendario en la ruta hacia el sinsentido. Su mirada no alcanza a ver más que el día de mañana, pero no atisba en ese futuro inmediato ningún rayo de luz que instruya su alma. La vida no ha conseguido enseñarle el camino, la alegría no ha logrado perpetuarse en su corazón. Su carne no logra descansar con la dignidad propia del que merece el premio de la meta. El viajero quiere, de una vez por todas, acompañar a esas hojas con los días carentes de destino, que vuelan para no perpetuarse. Es el único paseo que puede dar y la única compañía con la que puede contar. El infinito, como el horizonte, es muy largo de fiar.
(Imagen de Brother O’Mara)
preciosa foto,
precioso año…
jeje, aún me faltaban unos meses para empezar a quejarme,
sobre todo,
¡por el maldito tiempo!
saludos
la jero
Clanck, se me ha desplomado la mandíbula hacia abajo.
Muy bonito. Gracias. Pero ahora estaré todo el día tratando de acordarme de qué demonios hacía yo en enero de 1.970. Ha llovido… Un saludo
cuánto mejor sin horas, sin días, sin calendarios. sin nada que marque el tiempo.
cuánto mejor si sólo hubiera un hoy, si supiéramos que no existe mañana.
cuánto se lamenta que todo se avenga a un (como en clase de física) "movimiento uniformemente acelerado".