El viajero de las palabras está cansado. Tan cansado como todas las lechuzas del mundo, obligadas a vigilar la noche. Y se siente muy próximo al abismo, sólo que esta vez se encuentra algo enfermo y mucho más solo. Y se niega a caminar. Se siente como el visitante de un museo en aquel relato de Cortázar -el viajero, hoy, se resiste a poner hipervínculos- en el que el visitante en cuestión se niega a pasar a la sala en la que se expone una obra maestra: dice que le vale con lo que ha visto hasta entonces, dice que no quiere ver más. Y también se siente un turista accidental del devenir (libro magnífico de Anne Tyler, película memorable de Lawrence Kasdan), intentando buscar cómo encontrar la fórmula maestra para meter en una maleta todo lo que cabe en una vida. Pero unas veces empuja la maleta para cerrarla y se le queda atascada la manga de la camisa, y otras intenta abrirla y la encuentra totalmente vacía. El viajero de las palabras piensa que Quevedo se quedaba corto, que la vida no es ir muriendo, que la existencia es una sala de despiece en la que oscilan todos los cadáveres hasta que te encajonan en su podredumbre. Y su extenuación es tan grande que llora de sufrimiento. El viajero de las palabras piensa que no pasa nada, que no es nada grave, que la vida -como la juventud- es una enfermedad que se cura con el tiempo. Y que somos tan pequeños, por insignificantes, que nadie notará nuestra ausencia (siempre le ha gustado la descarnada escena de la noria de El tercer hombre, con Orson Welles hablando a Joseph Cotten de las hormigas ). El viajero piensa que basta tan sólo dar un paso para que el viaje se acabe. El viaje y la vida como metáforas. El viajero de las palabras piensa que, en este asqueroso mundo, sólo nos quedan las metáforas. Y no todas son bellas.
(Imagen de Toos&TheSea)
Abrimos los ojos para encontrar esta vida y los cerramos al morir
los sueños nunca muren
pero sí los que despiertan ante al ocre otoño de la realidad.
Unas palabras sabias que incitan a la reflexión del alma.
Es verdad de aquello que decía que los caminos no existen
se trazan al paso de nuestros pies desnudos.
Un saludo amigos,
bello
muy bello
algunas lechuzas estamos realmente cansadas
pero guardamos vuestros sueños;
somos las guardianas de la noche
y vigilamos para que no os roben vuestras ilusiones…
no te canses, viajero,
sigue el camino
y no mires atrás.
"Todo pasa y todo llega" sólo es cuestión de esperar. Cerrar los ojos , los oídos y aferrarte firmemente a un peñizco de verdad. ( Y si no llega es que no merece la pena). Palabra de superviviente.
¡Qué cierto y qué bello!