Los amigos de Verba volant ya sabéis que, de vez en cuando, una visitante anónima y silente me dirige mensajes llenos de poesía, misterio y gastronomía. Y este domingo, que es tarde de elecciones pero también de baremación de notas, me han venido muy bien sus palabras frescas y originales. Os recuerdo que ella se denomina a sí misma estoyalli, pero yo la llamo chipirón negro: de hecho, ya me ha obligado a crear una etiqueta con la que designar estos paseos por el blog.
«Hola, garbanzo negro. ¿Has mezclado alguna vez la salsa negra del chipirón con el dulce de la galleta? Yo sí: esta tarde. Es un bocado delicioso, pero sólo si lo que mojas en una esquinita de galleta Chiquilín«. Me dice que le gustó la entrada dedicada, que se siente un poco gaviota dispuesta a remontar el vuelo. Y que estropeé la cita de Shakespeare, pero poco. «El otro día te hablaba de lo salado, pero hoy tengo que hablarte de lo dulce. Y no pienses en resultados electorales, que no va por ahí. Yo me siento un poco diabética de la vida: mis ojos se inundan de motitas negras, pero mi sangre tiene una dulzura que tendrá algo que ver con la segregación de insulina. No puedo sobrellevar mi existencia sin matices dulces, no merengados, que me empapen hasta la piel». Comenta luego que no, que no es que sea diabética. Lo que pasa es que la vida es dulce y salada y amarga y muchas otras cosas: «Te gusta mucho hablar con metáforas, garbanzo negro. Y seguro que algunos se toman al pie de la letra todo lo que dices y lo que no dices. Pero algunas de tus entradas son un compendio de sabores. Como en esta vida hay de todo, a mí me gusta que destiles lo amargo de tu existencia, lo agrio de tu carácter y lo salado de tu espíritu. Pero me haces mucha gracia, moreno. Me gusta cuando tus palabras emanan lo dulce que debe quedar, como una costra, en tu corazón». Dice que mi última entrada sobre la depilación le ha hecho recordar sus obligaciones periódicas con la cera -ahora me comenta, en un alarde de confidencia íntima, que se está «friendo» con láser-, pero el sufrimiento recordado se ha mezclado con el almíbar de la sonrisa. «Haz muchas cosas dulces, garbanzo negro. Si tu corazón guarda algo de esa chispa de azúcar, necesitas explorar sus matices, volcarlos hacia los demás. Es tu obligación para todo el mundo y, sobre todo, para ti mismo». Y acaba su mensaje con estas fulminantes palabras: «Chilla, pega, escupe y llora. Pero esboza una sonrisa, moreno. Tu alma maldita te lo agradecerá». Y como creo que, en el fondo, tiene razón y, como no se me ocurre nada más que decir, sólo te doy las gracias, chipirón negro. Pero no me resisto a volcar al mundo la pregunta que no me vas a responder: ¿de verdad mojas las esquinitas de las galletas Chiquilín de tinta de chipirón? Y, si a ti también te gustan las metáforas, ¿no valía con las María Fontaneda de toda la vida?