Le debo a Arancha esta preciosa anécdota sobre su madre, siempre alegre y con una sombra infantil que ninguno de nosotros debería de perder. Me cuenta que, unas navidades, ni corta ni perezosa, se subió al tejado de su casa para lanzar papelitos blancos como si estuviera nevando. Con madres así, las navidades siempre serán lo que uno quiera.
Tomando esta bonita idea, me he topado con la foto que ilustra esta entrada. Los papeles no los he tirado yo, pero constituyen una declaración de principios, una búsqueda del color. Aunque nuestra vida sea gris, siempre podremos acicalarla lanzando al viento papelitos de colores.
(La fotografía es de aldor)
ya voy recortando papeles de colores
subamos a los tejados