Escribo “Miércoles”. Pero es (casi) sábado.
Deseaba mentir, crear un estado de ánimo.
También escribo “El ilustrado contar
de los viejos rebeldes”.
Pero lo cierto es
que estoy en mi casa, delante del artefacto electrónico,
y que sólo escucho la voz
de los vecinos, siempre ruidosos.
Miento y escribo. Y a la vez hablo.
“La mirada de tu piel reverdece mi sonrisa”.
Y estoy solo. Me encuentro solo. Recordando.
«Y en la roca volaba espuma,
y un mar incestuoso brotaba por dentro».
Y estoy tierra adentro, más solo que la una.
Soñando con un mar que no veo.
Esta mente mía es un caos (sinsustancia, me llamaba mi madre).
Me engaño a mí mismo: cojo un poema
que escribí hace diez años. Le cambio
dos palabras,
tres comas,
omito cuatro versos (malos, muy malos).
Y pulso al botón «enviar». A ver qué pasa.
Blogofago, has dado con una de mis debilidades: Johnny Guitar: un pistolero armado con una guitarra, duelo de mujeres… Y muchas mentiras.
Johnny Guitar:
—¿A cuántos hombres has olvidado?
—A tantos como mujeres tú recuerdas.
—¡No te vayas!
—No me he movido.
—Dime algo agradable.
—Claro. ¿Qué quieres que te diga?
—Miénteme. Dime que me has esperado todos estos años. Dímelo.
—Te he esperado todos estos años.
—Dime que habrías muerto si yo no hubiera vuelto
—Habría muerto si tú no hubieras vuelto.
—Dime que me quieres todavía, como yo te quiero.
—Te quiero todavía como tú me quieres.
—Gracias. Muchas gracias.