Creo que, junto con los libros de aventuras, los libros de intriga y de terror son otro grupo de lecturas favoritas para los lectores incipientes y avezados. En el fondo, los libros de intriga policial no son sino un trasunto de la nuestra existencia: si el detective intenta buscar un sentido al crimen e indagará en los indicios para resolverlo, los seres humanos nos las vemos con la lucha por la búsqueda del destino. Lo malo es que los indicios no son siempre pistas infalibles. Y lo peor es que a veces el misterio es irresoluble. Más importante que el final (tan ansiado, tan esperado en la novela; tan dilatado, tan postergado en nuestra vida), es todo lo que va ocurriendo, cómo se articula el asesinato y sus intersticios. Soy un gran aficionado tanto de la novela policiaca como de la novela negra (pongo aquí un texto de una entrada del magnífico Diccionario de Demetrio Estébanez Calderón): entre la proliferación de libros de tono menor, hay joyas más o menos reconocidas, pero también algún que otro diamante escondido. En un principio, muchos de estos libros no gozaban del beneplácito de muchos críticos de corte esteticista, pero se han tenido que rendir a los buenos ejemplos y evidencias. Fernando Savater, buen lector y lector asiduo del género, recomendaba hace poco alguna de estas obras en su artículo «Un buen puñado de misterios irresistibles». Naturalmente, es un placer irresistible y gustoso contar con «los primeros» (¿es Crimen y castigo? uno de ellos): Poe con sus cuentos, Conan Doyle con Sherlock Holmes, el Arsenio Lupin de Maurice Leblanc, Gaston Leroux, Dorothy Sayers… Agatha Christie fue nuestra compañera de crímenes, veranos y piscinas, y alguna de sus novelas creo que todavía merece, sinceramente, la pena. Y, por supuesto, Raymond Chandler, Patricia Highsmith, Graham Green, Ross MacDonald, James M. Cain, Simenon, Dashiell Hammett… Creo que El nombre de la rosa, de Eco, introdujo aspectos interesantes, con la trampa de quien lo domina todo sobre la técnica narrativa: es el libro que llega a todo tipo de lector, desde el aficionado a lo policiaco, pasando por el gustoso de la novela histórica, del estudioso medieval, del aficionado y versado en la filosofía (¿cómo se puede entender el título sin saber algo de Ockham?).
El cine se ha nutrido de todos ellos. En algunos casos, ha mejorado los resultados de la literatura (es muy evidente, por ejemplo en Tener y no tener), y en otros el resultado es igualmente brillante, pero muy diferente.
En cuanto a la novela de terror, no me voy a extender mucho. A quien no haya leído Drácula de Bram Stoker, más le valdría estar muerto. Como ya comentó Pérez-Reverte en «La sombra del vampiro», es un libro que difícilmente decepciona al que lo comienza. Quien sólo se lo conozca por referencias o por lo que ha visto en el cine, sea cual sea la versión, no se hará una auténtica idea de la creación de Stoker hasta que no devore con pasión, intriga y devoción sus páginas. Leyendo esta novela vemos nuestros temores y nuestras ansias en el reflejo de un espejo que no existe.
¿Y qué pasa si alguno de los libros de estos géneros son considerados «Best seller»? Me temo que esto tendrá que esperar a otra entrada…
(Agradezco a flyingdutchee su permito para publicar su foto en esta entrada)
la novela gótica, la novela negra… cuántas horas, especialmente en verano
qué agradable, en la apariencia del orden y la seguridad, sumergirte en lo más oscuro de nosotros…