Amazon ha lanzado el pasado noviembre su lector de libros electrónicos, Kindle, que se suma a la larga lista de intentos de crear aparatos que puedan llegar a sustituir al libro en formato papel, como el Sony Reader. ¿Serán capaces estos bichos de sustituir al libro en su formato «tradicional». Yo todavía no sé qué significa «tradicional», porque nadie dudaría en afirmar que Platón escribía libros y, sin embargo, utilizaba rollos; o asociamos al libro con el papel cuando, a lo largo de la historia, se han utilizado muchos otros formatos. En este mundo en el que, como afirmaba Eco refiriéndose a la cultura de masas, tendemos a ser apocalípticos o integrados, yo no sé situarme. Siempre me he sentido el tonto de la clase en este sentido, porque nunca logro ver muy claras las cosas. Si el «apocalíptico» afirma que no hay nada como el tacto con el papel, que un libro tiene rugosidades, olores y que el lector tiene ante el una experiencia multisensorial o que nada como ver una fotografía artística en un magnífico catálogo, le daré la razón. Si el «integrado» sostiene que algún tipo de libros, como las enciclopedias, ya no tienen futuro en gruesos tomos a no ser para servir de aderezo a los bonitos estantes de un salón, que mucha de la literatura científica es ya plenamente accesible a través de la red o que los periódicos tal y como se conciben hoy en día tienen sus días contados, también me convencerá. Jan, un amigo alemán que trabajaba en estas cosas hace casi veinte años para una empresa holandesa, me decía que la clave para el canje estará en la tinta y el papel. De hecho, los ingenieros trabajan como locos para lograr texturas y modelos de tintas que, acompañadas a una adaptación ergonómica similar a la del libro, puedan ser similares a las del libro. En lo que a tintas electrónicas se refiere, parece que se están haciendo avances dignos de consideración.
¿Fracasarán los aparatos por su propia idiosincrasia, por el precio o por la competencia voraz? ¿Será todo esto la muerte del libro, o su resurrección?
Leer a Moby Dick mojado, bañarse dentro del rebaño de páginas, cada libro es singular, pesa algo, lo posees, y se puede medir, denominar con números, distribución de lo material, real, capitalista, informacional-instructivo, pero la información no necesita llevar consigo ningún código, las palabras vuelan, las frases no empiezan y no terminan, los sujetos se desatan de los verbos, qué hacen los verbos todavÃa no sé, movimientos?, en qué cree una información-cuento, en la desformación, en la exformación, en el mundo de las afueras de los libros, sola mente formación de
El País publicó el 31 de diciembre un reportaje sobre la cuestión:
Otras tecnologías para otros lectores, artículo de Javier Celaya.
¿Estamos preparados para Kindle?, reportaje de Jesús Mantilla.
me considero apocalíptica por completo.
leo las noticias por periódicos digitales y necesito el ordenador para mantenerme en contacto con el otro lado del atlántico.
pero… cuando encuentro un artículo para una investigación necesito imprimirlo para destrozarlo, trabajar con él y unirlo de nuevo.
imprimo los mails "que más hondo me llegan" de mi familia y amigos para releerlos y doblarlos y guardarlos entre libros…
en cuanto a los libros… necesito tocar las letras, doblarlos, subrayarlos, escribir en ellos.
por muy bonito, limpio y práctico que resulte un libro electrónico (o como se diga) para mi siempre será "algo como" un libro, nunca un libro. me pasa lo mismo con las fotos digitales (para mi no son del todo fotos hasta que no las pueda pinchar con una chincheta en la pared).
mi humilde opinión
He llegado a un momento en el que creo que ni lo uno ni lo otro: denme conocimientos en un formato cómodo, contrastable y opinable. Y que los fije para las próximas generaciones. Y puestos a pedir, que no contamine, sea biodegradable y pite cada vez que me quieran dar gato por liebre…