Tengo un amigo que se llama Leo Finch

 

Tengo un amigo que se llama Leo Finch. Ayer le oí gritar. Era el suyo un alarido que se resumía en su extensión hacia los cuatro puntos cardinales y las cuatro esquinitas que tienen todas las camas. El hecho de escribir es lo que tiene. Que provoca dudas, interrogantes. Insatisfacciones llenas de plenitudes.

Creo que Leo Finch grita por terapia, hacia fuera pero por dentro. Como todos los que se agazapan debajo de los raíles elevados de los trenes nocturnos. Porque escribir es un acto lleno de incógnitas que no pueden ser resueltas. Y la pregunta de para quién escribimos es la pregunta más pertinente de todas las impertinencias.

Parto de un hecho (que creo que es) cierto: si escribimos un blog por el mero hecho de escribir un blog como producto cool de la posmodernidad estamos errando el tiro. Para eso, por desgracia o por fortuna, están otros (de hecho, el mundo está lleno de personas que escriben un blog sin tener uno de los requisitos fundamentales para hacerlo: escribir). Para nosotros, Leo, un blog es una herramienta y no un fin. Nos gusta contar historias. Nos inclinamos por adoptar una perspectiva (a veces, una pose). Lo hacemos en un blog pero lo podríamos hacer igualmente en una libreta de páginas blancas 0 cuadriculada (pero nunca milimetrada), en un posavasos o, en forma de mensaje fugaz, en el vaho de un cristal en un día de invierno. Y somos legión.

¿Quién nos lee? Te diré una cosa: escribo mucho más a gusto desde que no consulto las estadísticas. Llegaron a abrumarme y sé de muchos a los que solo les sirve para hinchar el ego. Evidentemente, preferimos que nos lean a que nos dejen abandonados. Pero piensa un par de cosas, Leo: la primera suena a tópico, lo sé, pero prefiero cuatro buenos lectores que un centenar de ellos bien adoctrinados y adocenados. (¡ojalá hubiera centenares de ellos sin esas circunstancias pero, quizá, sea más difícil encontrarlos que a esas once mil vírgenes que buscaba el personaje de Jardiel!). La segunda es que no te creas que la difusión que puede tener un blog relativamente aceptable difiere mucho de la tirada (y no digamos de la repercusión real) de un libro de poesía editado en España.

Escribamos, Leo. Con ese impulso que nos da el placer y el arrebato. Al final, siempre hay alguien al otro lado del espejo.

(La imagen es de Antoine Courmont.)

3 comentarios en “Tengo un amigo que se llama Leo Finch”

  1. Aldabra: yo, que tengo un poco de voyeur, confieso que soy de los que entra en muchos blogs y no siempre comenta. Además, este blog mío, tiene bastantes lectores pero no muchos comentaristas, por lo que se ve que el voyeurismo es mucho más frecuente de lo que parece.

    Pero es muy bueno que, de vez en cuando, esos lectores se manifiesten, ¿verdad, Leo Finch? Te hace sentir un eco en el que, a veces, oyes, como dices, otras otras palabras.

  2. sí, siempre hay alguien al otro lado del espejo, yo sin ir más lejos.

    a mí me gusta leer y también comentar, no sé, me parece más honrado porque si no comento es como si entrase a hurtadillas a mirar por una rendija… pero bueno, es una tontería mía.

    me gusta que me lean y que mis letras provoquen emociones, y también saberlo…

    pero bueno, cada uno es libre de hacer o decir…. faltaría más.

    y tienes razón… si no hubiera blogs utilizaría más mis libretas, todavía lo suelo hacer en muchas ocasiones y luego transcribo para el blog.

    biquiños,

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