Querida Mónica:
Después de mucho pensar, de darle muchas vueltas respecto a lo que nos ha pasado estos últimos días, te mando esta carta. Hace que no escribo unas letras en un papel de mi puño y letra siglos. Cuando he cogido el bolígrafo y me he puesto a la tarea, me ha dado la impresión de retroceder unas décadas, a los años escolares, aplicando mi lengua a la comisura derecha del labio buscando el trazo correcto. Hasta he tenido que bajar a la tiendecita de abajo para comprar sobres. Ya no los uso. Para que veas el detalle, he comprado esos sobres más cuadrados. Recuerdo que un día me dijiste que los sobres americanos te recordaban a los bancos y a las oficinas. He comprado el sello en el estanco y he descubierto que ya no puedo humedecerlo y estamparlo como lo hacía al ayudar a gestionar la larguísima correspondencia de mis padres. Antes de escribirte estas líneas, he puesto la dirección en el sobre y he tenido que tirar cuatro. Por dos veces la letras se me han apelotonado demasiado en los extremos; otra vez he puesto mal el código postal, y la última ocasión parecía que me bailaban demasiado las letras. He tenido que mirar en la agenda tu dirección. No estaba seguro del número y del piso, desde la última vez.
Te escribo solamente para hacerte una pregunta: «¿Qué esperas en la vida?». Se me ha ocurrido esta noche, a bote pronto. No sé si eres consciente de que naciste y te morirás, de que todos nacemos y morimos. Y nuestra vida es lo que queda en medio. ¿Qué proyectos quieres sacar adelante? ¿Cuáles son tus máximas ilusiones? Le he dado vueltas y vueltas a la cabeza y me gustaría saber qué te hace feliz y qué te hace triste, qué te impulsa hacia el cielo y qué cosas te empujan hacia el abismo. ¿Prefieres sonreír o enfadarte, esperar algo el día de mañana o encontrarte en pozos innumerables de sombras? Las galerías del cielo son innumerables, pero no infinitas. Creo que tienen mejores vistas que las que están sepultadas bajo las tinieblas. Yo sabes que soy un animal de costumbres, pero odio las rutinas.
Nunca me atreví a preguntarte todas estas cosas a la cara. Siempre que hablamos de estas cosas, acabamos en el toma y daca de los reproches, o la conversación se torna agria. Descartando la urgencia del SMS, he pensado también en llamarte por teléfono, hacerte la pregunta y colgar. O adjuntarte esto al mundo de tus cibermensajes. Pero he preferido grabar estos sentimientos con mi puño y letra. Y firmar sin envolver mi nombre.
Un besito.
Alberto
(Puedes ir leyendo la secuencia de Fragmentos para una teoría del caos de forma ordenada pinchando aquí)
Imagen de Fabienne D.
Buenas noches, Raúl Urbina:
Voy a estudiar el problema de Alberto desde el principio. (Debo de estar fatal, porque desde el principio no he podido dejar de reir. Lo siento).
Iré a la siguiente.
Saludos.
Tengo una curiosidad…
De todo lo que le puede preguntar, le pregunta lo más extraño y tétrico… ¿qué te empuja hacia el abismo?
¿Es la carta de un psicópata?
A mi me siguen gustando las cartas. Las escribo, las introduzco en un sobre, les pongo los sellos y las envio. Espero que lleguen a sus destinatarios… Besotes, M.
El cartero se habra llevado la sorpresa de su vida al ver un sobre cuadrado y una direccion estrita a mano. Osease: una carta de particular a particular, de persona a persona. Por desgracia suena ya tan romantico como los velatorios en casa del difunto de cuerpo presente y con copita de moscatel.
Burgos 29 Mayo 1906
Manolo escribe a su esposa.