Visitar una ciudad se ha convertido en un proceso de reconocimiento más que de descubrimiento. Vemos lo ya visto, con una diferencia: ahora somos nosotros los que nos ponemos en la foto. En una ocasión, la creación de Adán se desveló ante mis ojos de manera palpable, rigurosa y cercana: se trataba de un póster de tamaño gigantesco. En la Capilla Sixtina, por ejemplo, lo magnífico queda apagado por una soledad acompañada de cientos de personas, unos guías insistiendo en que cese el alboroto de manera rutinaria y baldía, y una sensación exagerada de que eso –el Génesis– está muy lejos. Estamos rodeados de todo por todas partes, incapaces de deglutir y comprender todo lo que nos circunda, ansiosos por atacar una sala más, un cuadro más, por tener las narices cerca de otra obra maestra. Es lo que sucede por visitar ciudades como Roma: lo tenemos bien merecido. Cuando pasa esto, cuando te das cuenta de que ya lo has visto todo, sucede el milagro. Las nubes, prietas, se cierran, las gotas de lluvia empiezan a caer mientras caminas por el Trastévere y percibes, aprecias, -entonces- que deambular por las calles mojadas de Roma, disfrutar de unas gotas de agua caídas del Cielo, tiene en esta bendita ciudad un sabor distinto que te cambia la mirada. Alzas los ojos al cielo y sonríes. Sabes que detrás de todo esto tiene que estar Miguel Ángel o Rafael… o uno de esos que salen en los libros con muchas fotos.
y quien diga que es la misma lluvia miente, en realidad todo es tan igual y tan distinto
¡Qué envidia Raúl!
lo que yo daría por soportar al resto de turistas embelesados -como yo- intentando atesorar en la retina el máximo de instantáneas…
¿Me has traído los zapatos rojos? Has estado muy cerquita…
¡Tengo que ir a Italia! Un país que no he estado nunca. Es mi asignatura pendiente. Lo que dices de los guías desgañitándose entre la algarabía que debe de ser la Capilla Sixtina, me los imagino. Aquí en Ibiza ya nos pasa cuando explicamos la iglesia de San José (la más lujosa de la isla, mucho más que la catedral…) o sea que me puedo imaginar… Bienvenido de vuelta, querido Raúl. Besotes, M.
Hay ciudades en las que uno se siente como en casa y esa para mi, fue Roma… , en España hay muchos rincones que me han recordado muchas veces esa ciudad, creo que una parte de su encanto también radica ahí.
Hola. Siempre he tenido a Roma como una ciudad especial, sobre todo por su luz. La Capilla Sixtina es maravillosa, y hay que visitarla en horas de mínima entrada para gozar de la visión de sus frescos. Otra cosa que me impresionó fueron las catacumbas, así como las termas. Has tenido suerte yéndote a verla. Un saludo
Siempre es agradable pasear por otra ciudad de otro país, aunque lo que hagamos sea reconocer más que descubrir. Además, siempre podemos disfrutar de su gente.