Una buena parte de los ansiosos de pasar sus cálculos científicos del cerebro al papel son unos tíos muy precavidos que recurren fielmente al LaTeX. Es lo que tiene poseer una mente analítica. Los de letras, que son muy dispersos (es la palabra que no se atreven a emplear: ellos lo llaman «genio artístico») son más amigos del pimpampún, ras-ras o zaca-zaca. Por las bravas. Se plantan delante del asunto y dicen: «Es que soy alérgico al LaTeX», o «Me gusta más ir a lo primitivo. Es más divertido». Son unos inconscientes: si lo conociesen bien, verían que el LaTeX se ajusta también como la seda a sus atávicas necesidades de juntar, atar y organizar unas cuantas letras.