Es difícil evitar la tentación: frente al precipicio, te acercas paso a paso al abismo hasta que tu misma sombra desaparece. Tus pies avanzan hasta el último confín, pero tu mente y tu espalda recta intentan sostenerte con el hilo de la esperanza. Enfocas tu mirada hacia un punto fijo, allá por el horizonte, esa frontera lábil a la que nunca llegas, por más que avances. Y tus ojos se detienen en la última nube del último kilómetro que abarca tu obstinada visión. Mueves la cabeza. Una, dos veces: hacia un lado y hacia el otro. Intentas relajar todo tu ser, cansado por mil avatares, luchas y desencuentros. Das la vuelta al pasado y al presente. Y tienes el futuro a tus pies. Sólo falta un pequeño empuje, la decisión de dar un último paso al frente. El abismo se encuentra en el primer desvío, a la derecha. Por una vez, decides pararte y descansar.
(La fotografía es de Nicholas Laughlin)
El fondo del abismo es a la vez su superficie y los abismos funcionan de la misma manera como los valles de los taoistas un psicólogo un día me dijo: estás al borde de un abismo y yo sabía que ando por el camino correcto
Mejor arriesgarse a volar…
Menos mal que existe el vértigo, J.R. Justo, menos mal…
Sabes?, no tengo miedo al abismo pero me aterra el día en que me desaparezca el vértigo.