El tratamiento argumentativo de las emociones

El libro de Plantin (Plantin, 2011) se enfrenta al hecho de que la realidad de la práctica argumentativa está marcada profundamente por el uso de la emoción, pero las teorías actuales de la argumentación no han realizado un estudio profundo del elemento emocional en el proceso argumentativo.

Desde el punto de vista histórico y conceptual, los términos afecto, emoción, pathos y sentimiento son los que se pueden utilizar para hablar de las emociones en el discurso argumentativo. Capítulo 1.

El papel de las emociones en la retórica y la argumentación se inicio ya con la Retórica Clásica y, pasando por la obra de Perelman y Olbrechts-Tyteca y Toulmin, llegan hasta las teorías contemporáneas.

En la Retórica Clásica, es fundamental tener en cuenta el peso del ethos y del pathos (pruebas subjetivas) sobre las pruebas lógicas. Capítulo 2 y 3.

Plantin (caps. 8 y 9) aborda un estudio de la. emoción. Emoción dicha y emoción mostrada, enunciado de emoción, atribución auto y heteroatribuida, mecanismos de producción de la emoción.

Para Plantin, existe en nuestra comunicación cotidiana una doble relación entre emociones y argumentos: la argumentación por la emoción y la argumentación de la emoción. Las emociones, por lo tanto, constituyen una dimensión fundamental en la argumentación, pero también pueden ser, desde el punto de vista lingüístico y cultural, aprobadas, refutadas o puestas en duda. Por eso, la argumentación es una «fuerza de arrastre» (Plantin, 2011, p. 187) para que el receptor tome posición con respecto a un dato expuesto como emoción por el emisor.

Hay cinco aspectos para la construcción argumentativa de las emociones:

  • La construcción lingüística de una emoción.
  • La muestra o exposición de una emoción.
  • La duda sobre una emoción.
  • El desacuerdo sobre las emociones.
  • La justificación de una emoción.

Plantin trata de analizar de forma argumentativa el significado de un enunciado dirigido a un destinatario por medio de las emocones: «las emociones son lo que significamos que son» (Plantin, 2011, p. 192). Por lo tanto, Plantin no busca los efectos de las emociones, sino el análisis de las emociones como significantes que produce el emisor como recurso estratégico en el proceso comunicativo.Por lo tanto, es un proceso controlado por los participantes.

Plantin, C. (2011). Les bonnes raisons des émotions. Principes et méthode pour l’étude du discours émotionné. Berna: Peter Lang.

Persuasión – Conexiones entre Retórica y Publicidad

 Los griegos, en el siglo V a. C., establecieron las bases para persuadir a los receptores. La publicidad hace lo mismo a principios del siglo XX cuando intentan informar de las ventajas de los productos.

Rey (Rey, 2009, p. 94): «la publicidad y la retórica comparten una base común: la comunicación. Y más exactamente la comunicación persuasiva»

Tanto la retórica como la publicidad, buscan, por lo tanto, que el receptor actúe de una manera determinada. Para ello, se basan en el conocimiento del receptor y en la información que se selecciona en el proceso de argumentación.

Uno de los estudios primigenios que vincula la vinculación entre retórica y publicidad en su dimensión argumentativa es el trabajo de Eco «Il messaggio persuasivo. Note per una retorica della publicità», que luego desarrolla en un capítulo de La struttura assente (1968). Eco estudia la capacidad argumentativa de la publcidad para construir discursos enfocados a la persuasión.

Esta senda la siguen Adam y Bonhomme (La argumentación publicitaria) y Eduardo Fernández (Retórica clásica y publicidad).

Adam y Bonhomme. La publicidad tiene como argumentativa construir un mensaje de finalidad persuasiva enfocada a la compra de un producto (publicidad comercial) o modificar un determinado comportamiento (publicidad institucional).

Eduardo Fernández. Piensa en que el modelo retórico, en cuanto técnica global para generar textos eficades, es  prlenamente válido para analizar el discurso publicitario.

El estudio de Julio Rey parte de esta corriente argumentativa desde la perspectiva de los tópicos (topoi).

La estrategia para la persuasión en la retórica y la publicidad. En el fondo, porque la publicidad es retórica es la argumentación.

Rey compara las razones de compra de la publicidad con los topoi. Son la piedra angular de la argumentación. Las razones de compra han de proporcionar «razones convincentes, exclusivas y persuasivas» (Rey, 95).

Las razones de compra (reason why)

rey parte del libro fundacional de Hopkins (Publicidad científica). Los mensajes generales y triviales no calan en los receptores. Las razones deben ser precisas y fundamentarse en datos concretos. Por ello, es necesario buscar los rasgos específicos de un producto que lo diferencian de todos los demás. Uno de los más importantes, a juicio de Hopkins, es la ventaja y el atractivo de ese producto sobre los demás. La ventaja, el atractivo (y la razón) han de utilizarse como argumento para persuadir. El publicitario ha de buscar qué cualidades son las más valoradas por los receptores y pueden conducir a adquirir un producto.

HOPKINS, C.C. (1991): Mi vida en publicidad y Publicidad científica, México, McGraw-Hill, 146.

La USP (teoría de Unique Selling Proposition) de Rosser Reves.

Continúa las teorías de Hopkins. La USP perfecciona la técnica de la reason why. La USP consiste en:

  1. Todo anuncio debe contener una propuesta concreta al consumidor para decirle que la compra del producto tiene una ventaja.
  2. La propuesta debe seer algo que no tenga la competencia o algo que esta no haya mencionado. Es única porque es singular o porque nunca se haya expresado en una campaña.
  3. La propuesta debe tener una fuerza capaz de influir y captar a nuevos consumidores.

La auténtica novedad de la USP está en la simplificación: se evita una publicidad sobrecargada por una que se focaliza en solo un aspecto. Se simplifican y focalizan los aragumentos en uno solo que sea fácil de recordar.

Copy strategy de Procter y Gamble. Es la primera vez que aparece explícitamente el término reason why: se centra en definir el grupo objetivo y en definir el beneficio primario.

Creative work plan de Young y Rubicam. Incluyen un apartado llamado Reason why para referirse al soporte que supone realizar una proesa.

Luego se consolida el término reason why que es, pues, la base de un término que revolucionó la técnica de creación publicitaria.

La retórica. Se basa en la ciencia de la argumentación.

Rey habla del entimema (página 102): «el entimema es el mecanismo que emplea la retórica para aragumentar sobre la verdad cotidiana2 (p. 102). El receptor desarrolla una inferencia de manera correcta si se exponen bien los elementos de la argumentación. El entimema se basa en los tópicos (topoi): ideas generales, opiniones comunes o comúnmente aceptadas que pueden justificar nuestras elecciones.

Nótese lo importante que esta noción para la publicidad: los topoi pueden omitirse porque los receptores infieren las conclusiones y estos tópicos sirven, además, para justificar una elección.

En publicidad: natural = bueno, gente delgada = gente bella…

[ver trabajo de Rey

Retórica y consumo. Una propuesta metodológica

https://ddd.uab.cat/pub/quepub/quepub_a2004n9/quepub_a2004n9p65.pdf]

La argumentación sirve de base para la estrategia persuasiva. No vale cualquier tipo de razón, sino una razón adecuada. Y la razón adecuada es la que logra persuadir a los receptores (como afirmaba Perelman).

Perelman (p. 91):

«El objetivo de toda argumentación es provocar o acrecentar la adhesión a las tesis presentadas para su asentimiento: una argumentación eficaz es la que consigue aumentar esta intensidad de adhesión de manera que desencadene en los oyentes la acción prevista (acción positiva o abstención), o, al menos, que cree en ellos una predisposición, que se manifestará en el momento oportuno»

En publicidad, argumentar es proporcionar información adecuada, específica y exclusiva sobre el producto. A partir de los entimemas y los tópicos, el destinatario deben partir de ideas generales que, conocidas y admitidas, desencadenen en el receptor una reacción.

La publicidad es un tipo de discurso que argumenta a favor de un producto para promover su adquisición (Rey, 2004, p. 65). El punto de partida de una argumentación es un depósito de tópicos o lugares comunes (topoi) comúnmente aceptados. La publicidad utiliza los tópicos propios de su tiempo para comunicarse con los potenciales consumidores hablándoles de sus deseos, aspiraciones y valores. En unas épocas, triunfa lo moderno; en otras, lo natural.

La publicidad intenta persuadir al futuro consumidor y, para ello, «es necesario recurrir al uso de la palabra y proporcionarle agumentos, razones, motivos» (Rey, 2004, p. 71).

Perelman estaleció la retórica como ciencia de la argumentación (González Bedoya, 1994, pp. 15-17).

Rey vuelve a habla en 2004 del entimema (Rey, 2004, pp. 73-75): en retórica, un entimema supone que no es necesario desarrollar todo el proceso de argumentación, puesto que le basta exponer parte de este proceso (alguna premisa o la conclusión). En publicidad, está plenamente vigente: en el discurso publicitario, unas pistas mínimas conducen al receptor a reconstruir el proceso de argumentación.

Ejemplo de Rey: «La Piara es natural». Se entiende que esté paré es excelente.

El desarrollo sería:

a) Todo la natural es bueno.

b) La Piara es natural.

c) Conclusión: La Piara es buena.

Ls receptores pueden reconstruir el argumento gracias a los tópicos. Como decía Barthes («La retórica antigua»), el entimema en retórica se desarrolla al nivel de conocimientos de su público. Los tópicos pueden no ser ciertos (hay cosas naturales muy dañinas), pero son verdades aceptadas, acatadas y repetidas de manera automática. «Un topos o tópico es, pues, una cosa plausible, una idea que le parece bien a la mayoría, una opinión comúnmente aceptada, una idea vulgar o un concepto de dominio público que cae sobre cuestiones generales» (Rey, 2004, p. 75).

La tópica es un catálogo, un repertorio de tópicos de carácter publico propios de un tiempo determinado.  (Perelman, depositio de argumentos, p. 145) (Barthes, retórica antigua, los llama reserva de esrereotipos). Dado su carácter, los tópicos son muy eficaces a la hora de argumentar. La publicidad siempre ha acudido, sin conocer los fundamentos de la argumentación retórica, a los tópicos.

Mortara Garavelli, 1991, p. 93: los tópicos tienen gran valor explicativo en un determinado modelo cultural.

Si analizamos los tópicos empleados por la publicidad, podremos conocer, por lo tanto, cuáles son esos elementos comunes aceptados por la sociedad. El mensaje publicitario es muy conservador: su finalidad no es cambiar la sociedad, sino lograr la adhesión de los consumidores a un producto o una marca y, por lo tnato, sigue fielmente los valores de su época.

Hay tópicos que emplea la publicidad que aparecen en Aristóteles: la cantidad como superioridad (lo que admite la mayoría) o la cualidad como único y exclusivo.

Otros tópicos proceden de la tradición occidental (como hizo Curtius para la EM): erotismo, novedad, juventud…

Otros tópicos son de nueva creación (lo industrial, lo tecnológico, lo ecológico…).

Para Rey (Rey, 2004, p. 82), no solo es necesario establecer un repertorio de los tópicos empleados por la publicidad, sino establecer la red de tópicos en la que se analicen sus interrelaciones.

 

 

Rey, J. (2004). Retórica y consumo: una propuesta metodológica. Questiones Publicitarias: Revista Internacional de Comunicación Y Publicidad, (9), 65–84. Retrieved from https://dialnet.unirioja.es/servlet/articulo?codigo=2146855&orden=154817&info=link

Rey, J. (2009). Sobre la reason why, los topoi y la argumentación una relectura (comparada) de los clásicos de la publicidad y la retórica. Pensar La Publicidad: Revista Internacional de Investigaciones Publicitarias, 3(2), 89–108. Retrieved from https://dialnet.unirioja.es/servlet/articulo?codigo=3438150&orden=286854&info=link

Tópicos, ‘topoi’, loci

En un primer momento, el estudio de la argumentación era concebido de modo binario. La relación argumentativa se establecía entre el argumento y la conclusión.

La conclusión, en no pocas ocasiones, es implícita. Así, por ejemplo, en el enunciado «Son las ocho» pueden encontrarse dos posibles conclusiones dependientes del contexto de enunciación: C1 Es tarde o C2 Es temprano.

Anscombre y Ducrot introdujeron el concepto de «operador argumentativo» para señalar que alguno de estos operadores, utilizados con un enunciado de base, modifican las potencialidades de este:

Si al enunciado «Cuesta 15 euros» (que puede tener C1 Es caro o C2 Es barato) le añadimos «solo», de este modo: «Cuesta solo 15 euros», motiva que la conclusión adecuada solo pueda ser C2 (a no ser que introduzcamos algún matiz entonativo de carácter irónico).

El concepto de operador argumentativo aparejaba problemas, ya que en algunos casos se permitía interpretar un mensaje de otra manera:

En «Son solo las ocho», la conclusión lógica parecería ser «Tómate tu tiempo», pero también puede ser «Date prisa» en el contexto de una persona convencida de que va a perder el tren y a la que el acompañante le intenta persuadir de que todavía es posible coger el tren, ese solo no lleva a la conclusión «Puedes tomarte tu tiempo».

En el contexto de esas posibilidades interpretativas nación la noción de tópico (topos, topoi). Anscombre y Ducrot, en su trabajo “Argumentativité et informativité” (1986), introducen la noción de tópico, con la que la relación argumentativa deja de ser solo de argumento-conclusión. Los tópicos no suelen aparecer de manera explícita en la argumentación: el enunciador utiliza el tópico, aunque sea implícito, para que el receptor llegue una determinada conclusión.

Los topoi no descansan sobre la lógica. Eso explica la existencia de dichos contradictorios como

Al que madruga, Dios le ayuda

No por mucho madrugar, se amanece más temprano

En boca cerrada no entran moscas

Hablando se entiende la gente

Características de los tópicos

Ducrot  (1987: 39-41; 1988: 2-3) atribuye tres características principales al topos: la universalidad, la generalidad y la gradualidad.

  • Universalidad. El topos es aceptado por una comunidad lingüística más o menos grande y que, en todo caso, incluye al emisor y al receptor.
  • Generalidad. El topos es un principio general y que es válido para ser empleado en la situación en la que se aplica y en otras situaciones análogas.
  • Gradualidad. Los topoi pueden poner en relación dos escalas argumentativas.

Por ejemplo, en

Es trabajador, muy trabajador incluso. Yo lo contrataría para ese puesto.

«Trabajador» y «muy trabajador» están coorientados hacia la misma conclusión y el segundo argumento es más fuerte que el primero. Por lo tanto, los topoi también son graduales. Cuanta más elevada es la escala, más justificada queda la conclusión.

Trabajó un poco. Le va a ir bien.

Trabajó poco. No le va a ir bien.

El tópico habitualmente aceptado es que el esfuerzo está relacionada con el éxito. «Un poco» obliga a utilizar el tópico de forma directa, mientras que «poco» obliga a utilizarlo de modo contrario.

 

 

 

 

 

García Negroni, M. M. (2005). La Teoría de la argumentación lingüística: de la teoría de los topoi a la teoría de los bloques semánticos.

Ethos, logos y pathos en la argumentación

La argumentación tiene una base retórica porque se establece una interacción pragmática entre el orador (ethos) y su auditorio (pathos)

 

Piquer Vidal, A. (2016). L’argumentació. Teoria i pràctica. Valencia: Bromera.

(Piquer Vidal, 2016, pp. 103-115)

A la hora de persuadir a un auditorio, la retórica clásica, desde Aristóteles, tenía muy presente que había que atender a tres elementos básicos: el ethos, el logos y el pathos.

Ethos

Imagen del orador.

Logos

Construcción textual.

Pathos

Capacidad de emocionar.

 

Publicidad. Del posicionamiento a la emoción

(Fernández Gómez & Ramos-Serrano, 2010)

La publicidad y el branding no pueden limitarse no se puede limitar a una estrategia de posicionamiento (esa lista corta de marcas que a uno le vienen a la mente). Se trata primero de captar la atención y luego demostrar que mereces esa atención. Por lo tanto, no se trata de dar a conocer una marca y darle notoriedad, sino que hay que incidir en los valores de la marca. Lo primero denota conocimiento, pero a través de los valores se llega al compromiso. Esos valores establecen vínculos emocionales [citar el libro de Belén López de Publicidad emocional]. Las marcas no solo tienen ganar espacio en la cabeza del consumidor, sino también en su corazón.

La creación de valores asociados a la marca implica, pues, establecer una red de conceptos emocionales y racionales. Y la emoción es el auténtico elemento diferenciador y que mueve a la decisión del comprador: «toda persona que tenga alguna relación con la actividad publicitaria sabe que los mecanismos emocionales son básicos para la persuasión y la construcción de marca» (Fernández Gómez & Ramos-Serrano, 2010, p. 57).

[añadir información del libro Lovemarks] [vincular a los topoi y a los estereotipos]

Aquí es donde entra en acción el mito. Las marcas, para lograr esa vinculación emocional, construyen mundos imaginarios a través de una relación muy fuerte con la cultura en la aspiración humana de conseguir sus deseos y anhelos. Y el mito, como relato, transmite la emoción. Por esa razón, ese relato configurado en función de un determinado contexto cultural y que procede del yo íntimo del ser humano se adapta a cada escenario social para configurarse como un discurso legitimador en forma de estereotipo.

Las estructuras míticas tienen un gran poder desde el punto de vista cognitivo para gestionar marcas y construir relatos publicitarios. Se trata de historias sencillas con personajes atractivos y tramas sugerentes que nos ayudan a dar sentido al mundo. No es de extrañar que los mitos se transformen en fórmulas creativas para las marcas. Las marcas intentan construir una mitología propia a través de la publicidad. El mito tiene todos los componentes de la seducción expresados en un lenguaje legitimador. Se trata, asimismo, de que los mitos se adapten ajustándose al medio, a la época y al contexto en el que e producen para buscar su efecto persuasivo. Los consumidores compran el producto de una marca para «consumir» el mito que está incorporado a ese producto y establecen, de este modo, una relación con la marca. Esta es una seña de identidad para los consumidores: «Adherirse a una marca no es sólo expresar la preferencia hacia un tipo de producto en lugar de otro; es adherirse a la vez a una filosofía, participar en todo un estilo de ser o de sentir respecto al cual aquélla viene a actuar como portaestandarte» [Caro, La publicidad que vivimos, 1994, p. 150 apud (Fernández Gómez & Ramos-Serrano, 2010, p. 61)].

La imagen tiene un gran poder persuasivo porque actúan directamente sobre las emociones de los receptores. En tanto que el discurso publicitario enmascara su auténtico motivo, trata de realidades que encubre y desvela al mismo tiempo y, por ello, se utiliza como un esquema de significación básico. Este relato tiene la virtud de ser arquetípico y, por lo tanto, es un discurso conocido y que resulta familiar para los receptores.

(López Mora, 2010)

La publicidad se basa en «esquemas formales y conceptuales reconocibles, atractivos y fácilmente interpretables por parte del público» (López Mora, 2010, p. 71) y se aprende a leer su significado gracias a los arquetipos naturales y sociales adaptados a un estereotipo concreto. Un modelo basado en estos arquetipos es muy interesante porque produce un esquema comunicativo reconocible por los receptores. La publicidad, además, tiene que captar la atención de los receptores y, por esa razón, presta un cuidado especial en la elaboración del mensaje.

Mecanismos de realce en el lenguaje publicitario

Son tratados en el libro:

Robles Avila, S. (2004). Realce y apelación en el lenguaje de la publicidad. Madrid: Arco Libros.

Trataremos algunos de ellos.

Partes se la oración

  • Los adjetivos son importantes para el realce de marcas y productos: nuevo, único, gran/grande, favorita, perfecta, espectacular, auténtico.
  • Los posesivos. Ayudan a aproximar el producto al receptor y que lo considere como suyo. También sirve para incorporarlo al ámbito personal o familiar del receptor.
  • El sustantivo es la piedra angular del mensaje publicitario, ya que aglutina el contenido significativo.
    • Los que se refieren al propio objeto: Suele tratarse de sustantivos con valoración positiva con un carácter suplerlativo e hiperbólico implicito. Líderes, milagro, campeón, alma, fascinación, reina, fuego, líder, esencia. Como puede apreciarse, despliegan muchos valores connotativos respecto al producto.
    • Los que se refieren a los efectos (positivos, por supuesto) derivados del empleo de los objetos. Placer, protección, sensaciones, frescor, protagonista, auténtico, vitalidad.
    • Verbos. Cuando no están omitidos, son verbos que aportan un valor superlativo de las cualidades del producto: optimizar, enriquecer, disfrutar.
  • Adverbios. Añaden rasgos valorativos y de excelencia de los productos: perfectamente, directamente, eficazmente, suavemente, rápidamente, científicamente. También sitúan al producto en lo inmediato: ahora, ya.

Enunciados

  • En cuanto a los enunciados, en publicidad son muy importantes los enunciados imperativos. [Sara Robles no explica que el imperativo no es el del macroacto de habla argumentativo básico de la publicidad: Compra X, sino que se limita a citarlo como enunciado importante en el discurso publicitario]. Tienen un valor positivo: sumérgete, pruébalo, descubre.
  • Los enunciados interrogativos implican al receptor en el mensaje publicitario.

 

Disposición del discurso retórico y finalidad persuasiva

(Laborda, 2012, pp. 25–31)

El discurso retórico tenía una disposición en la que se puede apreciar que hay partes dirigidas a la razón de los oyentes y otras dirigidas a la emoción.

Estas partes del discurso establecen el orden de esas finalidades y los tópicos aportan la pauta para desarrollar el tema. En esencia, un tópico es un argumento-tipo que

Funciones argumentativas

Funciones argumentativas (Fuentes Rodríguez & Alcaide, 2002a, pp. 102–108)

Funciones argumentativas en la coorientación

  1. Justificación o prueba. Se suele producir de forma monológica en la intervención de un mismo locutor. Se explica la razón del enunciado anterior. Es la más frecuente, dado que se aportan las razones que avalan lo que se dice en la conclusión. Puede explicitarse con marcadores (porque) o sin ellos.
  2. Asentimiento o confirmación. Se supone la aceptación de la tesis del interlocutor. El marcador efectivamente. Tras un enunciado de asentimiento o confirmación, puede aparecer otro del mismo sentido que refuerce o pruebe el anterior o, por el contrario, un enunciado que se oponga a él.
  3. Refuerzo del argumento o de la conclusión. Marcadores es decir, o sea, etc. La explicación del enunciado sirve para reforzarlo desde la óptica del hablante. También pueden aparecer los elementos de fuerza argumentativa que reafirmar una conclusión o un argumento de forma intensificada: claro, naturalmente, por supuesto, etc.

Funciones argumentativas en la antiorientación

  1. Objeción. El enunciado intenta invalidar un argumento o conclusión anterior por llevar una dirección opuesta. Marcador: pero. Se puede intentar situar a nuestro interlocutor en una contradicción de sus propias afirmaciones.
  2. Concesión. El enunciador acepta de manera momentánea los argumentos o conclusiones de su interlocutor para pasar luego a oponerse a ellos.
  3. Rectificación. Se hace referencia a lo dicho por otro interlocutor para efectuar una reformulación discursiva que reorienta el argumento final.
  4. Contestación y desacuerdo. Es una forma especial de la objeción. No esoty de acuerdo, no comprendo cómo…
  5. Crítica, acusación, reproche. Sirve para refutar las tesis del interlocutor.

La argumentación como macroacto de habla

(Fuentes Rodríguez & Alcaide, 2002: p. 18)

Según Lo Cascio (ver su libro, página 47. Ver también la página 50.), el acto argumentativo con el fin de persuadir es un macroacto de habla de carácter ilocutivo para intentar provocar un acto perlocutivo en el receptor., que es la aceptación o el rechazo de las ideas del emisor.

«Argumentar para convencer significa producir un acto ilocucionario para empujar a un hablante, un interlocutor, ideal o real, a realizar un acto perlocucionario, es decir, a aceptar o rechazar la opinión o tesis que se le ofrece a través del propio acto de habla»  (Lo Cascio, 1998, p. 50).

La argumentación es, por lo tanto, un macroacto enfocado a la persuasión.

Dentro de este macroacto de habla, hay un conjunro de enunciados simples que se cumplen dentro de ese macroacto y elementos que marcan los componentes argumentativos.

En este sentido, la arugmentación opera una estructuración en el nivel macroestructural de todo el material lingüístico  (Fuentes Rodríguez & Alcaide, 2002: p. 23).

Tal y como plantea Jacques Moeschler (1994), en la argumentación se ponen en marcha dos operaciones esenciales. La primera, de carácter puramente argumentativo, tiene el efecto ilocutivo de apuntar a una conclusión y relacionar esos contenidos con los argumentos y conclusiones. La segunda, de carácter argumentativo y persuasivo, busca el efecto perlocutivo de llegar a persuadir al destinatario.

Dado que la argumentación funciona como actividad comunicativa enfocada a provocar una reacción con el interlocutor, puede decirse que puede enmarcarse como un macroacto de habla de carácter ilocutivo (Carrillo Guerrero, 2007, p. 290). Este carácter hace que la argumentación se oriente al propósito de influir sobre las creencias del receptor y, además, se reconstruye en función de los objetivos del hablante y de los interlocutores.

El macroacto de habla argumentativo tiene lugar porque nosotros comunicamos mediante el discurso (no mediante la lengua). Y todo discurso conlleva usar la lengua en un contexto determinado y buscando la eficacia comunicativa, para la cual es imprescindible tener en cuenta al auditorio (Carrillo Guerrero, 2007, p. 291).

 

 

Carrillo Guerrero, L. (2007). Argumentación y argumento. Signa: Revista de La Asociación Española de Semiótica, (16), 289–320. Retrieved from https://dialnet.unirioja.es/descarga/articulo/2216764.pdf

Lo Cascio, V. (1998). Gramática de la argumentación. Estrategias y estructuras. Madrid: Alianza Editorial. Págs. 47-88.